¿Qué es la risa? ¿Qué la
provoca? Esa convulsión involuntaria y gozosa, a la que llamamos risa, ha sido frecuentada durante siglos por filósofos, moralistas y médicos.
Platón sostenía
que reírse a expensas de la debilidad del otro no era sino regocijarse en el
mal ajeno, derivándose de ello un placer similar al que sentimos cuando nos
rascamos. Aristóteles relacionaba lo cómico con la fealdad y el envilecimiento,
es decir, con lo “no-ideal”, y sostenía que “el hombre es el único animal que
ríe”.
Laurent
Joubert, un médico de Montpellier que publicó un tratado sobre la risa
en 1579, advirtió que siempre hay un dejo de amargura en la
carcajada. Y en esa reflexión ya estaba el germen de lo que sería -después
de más de tres siglos- el conocido poema de Juan de Dios Peza “Reír llorando”,
y las letras de estos tres tangos: “Qué risa” (de Marsilio Robles), “Ríe
payaso” (de Virgilio Carmona y Emilio Falero) y “Vagabundo” (de Emilio y
Agustín Magaldi – Noda) cuyos primeros versos dicen: Me río de las penas, me río de la ilusión, me río de las bellezas, de la vida y el amor. Loco a mí me llaman al ver que río yo, porque el mundo no sabe lo que reclama mi dolor.
Pero…
por sobre todas las cosas, ¡la risa es salud!
Entre
los efectos psicológicos más importantes está la relajación (que incluye
la de los esfínteres), el alivio de tensiones y estrés, y el estímulo de la
confianza, la ilusión y el optimismo.
Y
recordar que, también, se puede "morir de risa".
"Otario que andás penando" - tango - Canta Carlos Gardel
Música: Enrique Delfino - Letra: Alberto Vaccarezza
El adjetivo putativo designa a quien es tenido por padre, sin serlo. La mención
de San José, seguido de las iniciales P.P., que significan, precisamente, 'padre
putativo', y que consta en viejos calendarios, originó que el apodo Pepe pasara
a identificar a todos los que se llaman José.
Por otra parte, eufemísticamente,
buscando expresar con disimulo una palabra de mal gusto, inoportuna y, sobre
todo, mal sonante, la palabra pepe
origina expresiones tales como alpepe, que quiere decir inútilmente; y en pepe,
con el significado de ebrio, borracho, curda.
También se dice estar en pepe, sin
que se haya tomado siquiera una gota de alcohol, cuando, en medio de una
conversación alguien sale con un despropósito, con un domingo siete.
Recordemos, también, que, en el
lenguaje materno-infantil, se le da, aunque cada vez se lo escucha menos, el
nombre de pepé a los zapatitos.
Pepa, hipocorístico de
Josefa, en el vocabulario de los delincuentes designa a la pena de prisión
perpetua, y en el de la droga, a una dosis de ácido lisérgico.
La expresión ¡VivalaPepa!, que denota regocijo y despreocupación,
tuvo su origen en la elaboración de la Constitución de Cádiz, en 1812. Su contenido
afirmaba la soberanía de España y sustentaba como rey a Fernando VII. Fue
aprobada el día 19 de marzo, día de san José, y por tanto era conocida como laPepa. Nombre con el
que fue vitoreada en medio de un gran alboroto frente a las tropas francesas.
Y lo paradójico, es que cuanto
menos se respeta a la
Constitución, más vigencia tiene el
¡Viva la Pepa!
¡Viva la Pepa! milonga Julio Balmaceda y Corina De La Rosa (Domingos en el Club Villa Malcolm)
Un error algo generalizado es el de
tomar por lunfardismos ciertas palabras que son corrientes y comunes en el
español popular. Palabras que, por otra parte, en España figuran “en guía”
desde hace ya mucho tiempo.
Voces que, para nosotros, parecen
haber sido "hechas en casa” por el solo hecho de pronunciarlas con cierta
cadencia o un particular énfasis. Recordemos algunas: debute (buten - de): de buena calidad, de lo mejor. Tongo: componenda ilícita, fraude. Napia: nariz. Curda:
borracho; borrachera. Tranca:
borrachera. Mosca, que ya la
utilizaba Quevedo, y tela, ambas con
el significado de dinero corriente. Espichar,
por morir y fiambre, por cadáver.
Pero no sólo se trata de palabras.
También existen expresiones recibidas
directamente del español popular y una de ellas es tomarelolivo, que significa guarecerse el
torero detrás de la barrera y, figuradamente, huir o escapar. Esta expresión
tuvo su origen fuera de la arena, donde más de uno para evitar que corriera sangre,
buscó salvarse de un toro trepándose a un olivo. Y ahora, a manera de guinda,
dos palabras de prosapia latina: pipiolo,
de pipio, pichón, polluelo, con el significado de principiante o novato, y yantar, hoy más que nunca un arcaísmo,
de ientare, almorzar.
Y así como no todo lo que reluce
es oro, digamos que no todas las palabras a las que se les atribuye un origen
lunfardo lo tienen.
"De puro curda" - tango - Letra: Abel Aznar - Música: Carlos Olmedo
La deformación que les damos a algunas de
las palabras inglesas, que terminamos adoptando, responden, por lo general, a la
necesidad de arrimarlas fonéticamente a los sonidos que nos son familiares. Al cantito
nuestro de cada día.
Así, high life pasó a ser jailaife;
cowboy combói;
jumper devino en chomba y sandwich en sánguche.
La palabra que nos ocupa, beefsteak, castellanizada como bistec, entre
nosotros se reduce a bife, el que puede ser de costilla, angosto o ancho; de chorizo;
a caballo, si es que viene con dos huevos fritos; a medio caballo si viene con uno,
o, simplemente, a la plancha.
El bife, el que si está bien cocido
y además hay ragú, pasará automáticamente
a ser un bifacho.
El que va más allá de los platos y
origina el ir o el irse a los bifes, con el significado de lanzarse
precipitadamente sobre una ocasión favorable, de apresurar una gestión. El que también
equivale a cachetada, sopapo, golpe dado en la cara con la mano abierta, y eso,
tal vez, por cruce con la palabra bofetada o por la marca roja -comparable al color
de la carne cruda- que se deja en el rostro.
Y aquí, vienen a cuento, una vez más,
aquellos versos de Celedonio Flores que dicen:
Claudio de Alas - seudónimo de Jorge Escobar Uribe- nació en Tunja - Colombia, en 1886.
Siendo
muy joven se radicó en Chile, donde al decir de sus amigos "hacía
periodismo para comer y escribía versos para que lo dejaran hacer
periodismo"...
En Chile desempeñó además del
oficio de periodista y poeta otro un tanto curioso: gustaba de ir a un
restaurante de primera clase llamado "Coppola Splendid" y participar
en el concurso que su dueño ofrecía a los clientes. Este consistía en que si
uno de ellos era capaz de comer los diez platos que ofrecía el suculento menú,
no pagaba la cuenta. Tantas veces resultó vencedor que el propietario le
propuso que podría continuar almorzando allí gratis todos los días si a cambio
le confeccionaba el menú en verso diariamente. Todo fue bien hasta que el dueño
del afamado local llegó a la conclusión de que el trato no le era rentable.
La revista chilena
"Sucesos" del 6 de diciembre de 1917, nos habla de su ilusionada
partida a Buenos Aires:
"Abandonando el rincón
de esta urbe santiaguina,
en Alas de la ilusión
partió Claudio a la
Argentina"
Pero, Buenos Aires le habría
de resultar una ciudad ajena y extraña. El último de los poemas de su
primer libro ya evocaba una queja:
"Qué tristeza, qué tedio, qué dolor, qué amargura
El tratar a las gentes con sus mismas falsías:
Todas van disfrazadas con la vil vestidura
De las cosas del mundo, tan banales y frías..."
Y ese lloro lo trasladó a Buenos Aires. La
ciudad donde venía a triunfar tan sólo
le habría de ofrecer indiferencia.
Vivía en Banfield, en casa de su
amigo, el pintor Koek Koek, y el 5 de marzo de 1918, luego de matar al perro de
su amigo, al que le veía “una mirada triste”, y para que lo “acompañase” en su
viaje, se pegó un tiro en la sien. Tenía 32 años.
Sus restos descansan
en el cementerio de Lomas de Zamora, prov. de Bs. As.
Una calle de Lomas de Zamora lleva
su nombre.
OBRA:
En Chile publicó cuatro libros: “Salmos de la muerte y el
pecado”,“Fuegos y tinieblas”, “Arturo
Alessandri” y “La primera víctima de la aviación en Chile”
La baraja de la muerte, también conocida como El enigma de la calle del Lord,
es una película chilena de 1916 dirigida por Salvador Giambastiani.
Es considerada la primera película argumental realizada en Chile. El guion,
escrito por Claudio de Alas, está basado en un crimen cometido en la
ciudad de Santiago, en la calle Lord Cochrane.
La cinta fue prohibida por la Municipalidad de Santiago
debido a que el crimen en el que estaba basada aún no había sido resuelto por
un fallo judicial.La baraja de la muerte se convirtió
en la primera película en ser censurada en Chile, dado que la elite
consideraba que el cine debía limitarse al "registro de eventos sociales
como inauguración de monumentos, desfiles, festejos públicos, ceremonias
oficiales, ritos religiosos, o a mostrar paisajes, vistas de las ciudades y de
viajes".De todas formas, la película pudo ser exhibida
en Valparaíso.
Obra póstuma: “El Cansancio de Claudio de Alas”(poemas), “Visiones
y realidades” (apuntes autobiográficos), y la novela “La
herencia de la sangre”.
--- 0 ---
Y ahora, quiero recordar su soneto (con aires lunfas):
"ECCO IL MONDO"
Para ti, Honorio Ricardo Guiñazú, ilustre viejo verde, gentil, buen mozo, noble amigo, millonario y profesor en Adulterios...
El tema de la muerte, ya desde la más remota antigüedad, ha interesado no
sólo a médicos y filósofos, sino también a los poetas.
Desde aquellos lejanos días en que Jorge
Manrique escribiera “cómo se pasa la vida, / cómo se viene la muerte”, es mucho
lo que se ha rimado sobre ella, asociándola, casi siempre, con el inexorable transcurrir
del tiempo.
La muerte del prójimo está indisolublemente
unida a la proyección que cada uno de nosotros tenemos de nuestra propia muerte.
Para el porteño, como para cualquier
hombre, la muerte es un estado y un sentimiento plagado de connotaciones contradictorias.
Para Alfredo Le Pera es la impotencia:
“Quise abrigarla y más
pudo la muerte…”
y también la
acechanza:
“… la muerte agazapada
marcaba su compás.”
Un fatalismo esperanzado para Discépolo:
“¡Dale nomás! / ¡Dale que va! / ¡Que allá en el
horno / nos vamo a encontrar!”
Y el descreimiento en Antonio Podestá:
“Yo quiero morir conmigo
/ sin confesión y sin Dios, /
crucificado en mis penas
/ como abrazado a un rencor.”
Un descreimiento, al que podríamos contraponer,
sino la convicción, al menos el “por si acaso” del Malevo Muñoz en trance de morir.
Cuando le preguntaron a éste si quería recibir al sacerdote, después de pensarlo
un rato, contestó:
-¡Ma sí! Hacelo pasar. ¡Total no cuesta nada tirarse
un lance!
Y ahora, con
respecto al cementerio, recordemos que éste es territorio del muerto y no de la
muerte, dado que la “quinta” no es propiedad de la “ñata” sino del “ñato”.
"Tango de la luna que yira" - Canta el "Tata" Cedrón
En la Roma imperial, en el barrio
de Suburra, habitado por esclavos, prostitutas, gentes de baja estofa y
malandras de todo tipo, se hablaba un latín degenerado que fue calificado con
el gráfico nombre de “sórdida verba”. Esta era también la lengua de los
proletarios, o sea de los ciudadanos muy pobres cuya única contribución al
estado consistía en la prole o hijos para las guerras. Era un habla marginal.
Entre nosotros, el lunfardo parece haber tenido
un ámbito de origen no muy distinto, sobre todo si nos atenemos a la definición
que nos da el Diccionario de la Real Academia Española: Lenguaje de la gente de mal vivir, propio de Buenos Aires y sus
alrededores y que posteriormente se ha extendido entre algunas gentes del
pueblo.
Y ahora, cuando al mismo diccionario se le da
la “real” gana de abrirle cada vez más las puertas al lunfardo, cabe la
siguiente reflexión: si la
Academia aceptara todos los lunfardismos, al reconocérsele
categoría digna estas palabras perderían toda su gracia.
A propósito, un amigo del barrio sostiene que
el lunfardo no existe. Y no existe porque ya no es tabú.
Tabú, me decía, es una palabra polinesia que
tiene dos significados opuestos: el de lo sagrado o consagrado y el de lo
inquietante, peligroso, prohibido, impuro. En polinesio, lo contrario de “tabú”
es “noa”, o sea, lo ordinario, lo que es accesible a todo el mundo. El lunfardo
era tabú y se ha convertido en noa.
Ya no es peligroso, ya no es sagrado, ya no es impuro. Cada vez son más los
gentiles hombres que lo hablan sin siquiera saber que lo hablan.
"Batiendo el justo" de Felipe Fernández "Yacaré"
y "Milonga lunfarda" de Mario Cécere con música de E. Rivero
El 21 de septiembre de 1914, en el que fuera el primer Baile del Internado, Francisco Canaro estrenó su tango Matasano, dedicado a los internos del Hospital Durand.
Esa misma noche, Roberto Firpo les dedicó a los Internos del Hospital San Roque –hoy Ramos Mejía– su tango El Apronte.
En años posteriores, hizo también su aparición en esos bailes, alguien que, por su nombre, su bandoneón, sus tangos y su romántico semblante, habría de brillar con luz propia en la constelación mitológica del Buenos Aires popular.
Cuenta De Caro, que “vestía saco negro cortón y trensillado, pantalón bombilla a cuadritos y franja negra, pechera dura con corbata voladora, zapatos de charol con taquito militar e iba peinado al medio en bandeaux”.
Se llamaba Eduardo Arolas. El que había empezado por agregarle una “s” a su apellido, para terminar siendo rebautizado como “el tigre del bandoneón”.
Les aportó a los estudiantes tres de sus tangos: Anatomía, Rawson (por el nombre del hospital) y Derecho Viejo, éste último dedicado a los estudiantes de Derecho.
Quiso el destino que el autor de El Marne se muriera precisamente en un hospital, pero bastante lejos de Buenos Aires. Eduardo Arolas falleció a los 32 años en el hospital Bichat de París, el mismo mes y el mismo año en que, por extraña coincidencia, estarían llamados a desaparecer también, Los Bailes del Internado: en septiembre de 1924.
*Para escuchar "Rawson" grabado por Arolas en 1917, hacer click:
El próximo 13 de octubre se cumplirán cien años de la
muerte de Evaristo Carriego.
Nació en la
ciudad de Paraná, Entre Ríos, el 7 de mayo de 1883. Trasladada su familia a
Buenos Aires, vivió en la calle Honduras N° 84 (hoy 3784), del barrio de Palermo.
Desde muy joven frecuentó las tertulias literarias porteñas, en las que gravitaban
Rubén Darío y Almafuerte. Escribió en diversas publicaciones de la época,
como La Protesta,
Papel y tinta, Caras y caretas, y otras. En ellas dio a conocer
también sus poesías y cuentos breves. Publicó su primer libro de poemas, Misas
herejes, en 1908 y su restante obra poética fue publicada después de su
muerte con el título La canción del barrio.
Carriego
fue quien descubrió las posibilidades líricas del arrabal y de los arquetipos
que constituirán su mitología personal y porteña, en la que destacan los
guapos, los cafés, el barrio y los vecinos, con sus tristezas y sus alegrías,
pintándonos toda una época, una geografía, un sentir humano. Obra que ha sido decisiva para la poesía porteñista
posterior y para las letras de tango.
Murió
el 13 de octubre de 1912 (a causa de una peritonitis apendicular, según consta
en certificado firmado por el Dr. Pedro Galli). Tenía 29 años.
Con José María Mieravilla en la casa de
Carriego
20 de febrero de 1972
Fue el
“poeta del suburbio”, el “poeta de los humildes”, el “poeta de Palermo”.
El 7 de
mayo de 1975 se fundó la Asociación Amigos
de la Casa de
Evaristo Carriego, que presidió el pintor palermitano José María Mieravilla, a
quien se debe, en gran parte, la conservación de dicha casa. Fue Presidente
Honorario de esa entidad, a la que tuve el honor de pertenecer, el escritor
Jorge Luis Borges.
Así como el italiano
es parte importante del fangote hereditario que ha recibido el lunfardo, el árabe sorprende por su escasa o nula contribución al mismo.
Dos palabras, tan sólo dos palabras que, aunque no comienzan, precisamente,
con la sílaba "al" -como almohadón, alazán o aljibe- ni son
lunfardas, han encontrado una feliz acogida en las letras de tango, en la
literatura popular y en la parla nuestra de cada día. Dos palabras con tal
fuerza expresiva y carga afectiva que, al parecer, han servido para que la
inmigración de raíz árabe se desentendiese luego de aportar lo suyo a nuestro
lunfardo. ¡Para qué más! Si con dos palabras basta. Y esas palabras son:
arrabal y barrio.
El Arrabal Amargo al
que le cantó Gardel y el barrio, lugar en el que se comienza a gestar una
especie de segunda nacionalidad que tarde o temprano sacamos a relucir. Una
nacionalidad sin documento que, aunque para algunos no sea más que un simple
accidente, y para otros un motivo de orgullo, no por eso deja de ser para todos
un destino.
Arrabal y barrio, dos palabras de origen árabe, tan árabes como el nombre de
Selim Hassam, que fue el padre de Yatasto.
BARRIO
Barrio que fuiste mundo de mi
infancia,
con baldíos y casas que se han
ido.
Qué importa ver las calles que
antes viera
y dar los mismos pasos que ayer
diera,
si en el gris del asfalto está el
olvido.
Cuadriculado mundo de mi
infancia,
con mil cosas que han sido y hoy
evoco.
Aquél de las bolitas, el balero
y el picado en las tardes de
potrero.
Ya no sos el que fuiste, y yo
tampoco.
L. A.
Y ya que estamos, escuchemos ahora:
"NOSTALGIAS" - Tango - Música: Juan Carlos Cobián. Letra: Enrique Cadícamo.
Canta ¡en árabe! Pedro Ortiz, con Orq. de Jorge Dragone.
Los apellidos son
nombres de familia que conforman, con los nombres propios, el nombre en sentido amplio, el que, con relevancia jurídica y con
carácter oficial, identifica y designa a cada persona. Algunos de ellos, además
de figurar en la guía telefónica, son incorporados al lunfardo por el simple
hecho de presentar similitudes fonéticas con palabras comunes del idioma.
Entre los que se escuchan
con frecuencia, están los siguientes: batilana
y batistela, para designar al batidor; escasani, que vale por escaso de dinero, pobre, necesitado. Estar segurola es estar seguro; bejarano es viejo; novoa es nuevo; y se lo suele llamar torterolo al tuerto y ochoa
al ocho. Palmieri, que también daba
nombre a una conocida joyería de Buenos Aires, se utiliza para designar al palmado; durañona no es otra cosa que duro, persona rígida, severa; y solari o Solari - Rossi, es estar y andar solo.
Al apellido Paganini, por juego
paronomástico, como los anteriores, se recurre para designar al garpa, al individuo de pago fácil, al
que acostumbra a pagar cuentas ajenas o comunes.
En cambio,
el apellido Gardel responde a un mecanismo distinto. Es el único al que le
damos valor de adjetivo y ser Gardel
pasa a ser sinónimo de excelencia; tener un prestigio ganado; ser el mejor en
una actividad. En cualquier actividad menos en la del canto, por supuesto. Dado
que, para nosotros, por más que alguien cante bien, nunca lo podrá hacer como
el Zorzal.
Los crímenes atribuidos
a Jack the ripper ocurrieron en el corto
período que va desde el 31 de agosto al 9 de noviembre de 1888, y eso le bastó para
ser uno de los asesinos con más prensa durante todo el siglo XX.
Los hechos ocurrieron
en un suburbio londinense en el que vivían desocupados, inmigrantes indocumentados,
prostitutas y curdelas, es decir, un suburbio
habitado por gente enferma porque era pobre y que cada día era más pobre porque
estaba enferma.
Las víctimas eran
prostitutas y, según los riperólogos,
que los hay, no fueron más de cinco.
El nombre de la
primera fue Mary Ann Nichols, que fue encontrada degollada y con mutilaciones
en el abdomen.
Extrañas e ingeniosas
teorías tendientes a esclarecer el enigma de la identidad de Jack the ripper o Jack el destripador, terminan diluyéndose entre las brumas londinenses
y las de nuestro Riachuelo, dado que hay quienes sostienen que el mencionado asesino
serial vino a terminar sus días entre nosotros. En todo caso no ha sido el único,
ya que la criatura del Dr. Frankenstein también barajó la posibilidad de autoexiliarse
en estas latitudes.
Contaba Raúl Castagnino que en la esquina de Tucumán y Libertad,
donde actualmente funciona la escuela “Julio A. Roca”, existía, hace ciento cuarenta
y cinco años, un circo, propiedad del señor Giuseppe Chiarini. Hombre activo, el
propietario del circo estaba permanentemente en la búsqueda de nuevos números para
su espectáculo.
Giuseppe Chiarini
Siempre con
la misma inquietud, Chiarini viajó a EE.UU., donde contrató un número ecuestre con
caballos blancos. A su regreso, pasó por México, en momentos en que acababa de ser
fusilado el emperador Maximiliano. Corría el año 1864. Días después los juaristas
procedieron al remate de todos los bienes existentes en el palacio imperial. Chiarini
compró entonces las libreas de los lacayos de Maximiliano, confeccionadas en paños
de color ladrillo, y las trajo a Buenos Aires.
El debut del
número de los caballos blancos coincidió con el estreno de las libreas adquiridas
en México, las que fueron vestidas por los peones del circo.
En esas circunstancias,
en plena función, los caballos ensuciaron la pista y los peones, quizás impresionados
por el vestuario que habían estrenado, no se decidían a limpiarla. En ese momento,
saltó la chispa porteña y se escucharon los gritos de: -¡Limpien la pista, zanahorias!
Desde entonces, en Buenos Aires se
mencionó zanahoria a la persona distraída
o medio tonta cuando, en realidad, su origen estuvo referido al color de la vestimenta
de los peones del circo de Chiarini.
Y, cosas del
lenguaje popular, lo notable es la vigencia de esta palabra que, hace ciento cuarenta
y cinco años, nació entre nosotros con la espontaneidad de un estornudo.
"Circo criollo" - tango de Eduardo Beccar y Roberto Fugazot
En tiempos en que al vino se lo guardaba
en ánforas, porque los toneles todavía no se habían inventado, los romanos le daban
el nombre de vappa al vino enfermo, al
que se torcía a vinagre, al que se picaba. De allí el dicho: vino abierto vino muerto.
Posteriormente, con el sentido de
echado a perder y aplicado a determinadas conductas y actitudes, vappa pasó, en segunda acepción, a significar
bribón, pillo, malvado.
Siglos mediante, terminó alterándose
también la palabra y la voz latina vappa
devino en guapo, palabra que el español define como animoso, bizarro y resuelto;
que desprecia los peligros y los acomete. También se le dice guapo al que es bien
parecido y al que no arruga a la hora de ponerse a trabajar. Y guapo es, además,
sinónimo de pendenciero y perdonavidas. De matasiete y compadrito.
Entre nosotros, el guapo
legendario -el de lengue y facón-
yace arrinconado en
las décimas de
alguna milonga. Y en cuanto al
que las va de guapo, vaya aquí un ejemplo:
FUE UN
HOMBRE
Fue un
hombre de a
caballo y de
cuchillo,
según lo
dice él mismo
en el boliche,
donde siempre
se manda el
mismo espiche
después del
primer vaso de
tintillo.
Lo del
caballo no es
como lo cuenta.
(Aunque es
verdad que por
los años treinta
supo tener
una yegüita zaina).
Y en
lo que hace
a su mundo
cuchillero,
nunca nadie
lo vio en
un entrevero.
Tuvo un
puñal que se
oxidó en la
vaina.
L. A.
1976
"Guapo y varón" - Tango - Letra de Manuel Romero - Música de Enrique Delfino