jueves, 15 de noviembre de 2012

ACERCA DE LA SÓRDIDA VERBA


En la Roma imperial, en el barrio de Suburra, habitado por esclavos, prostitutas, gentes de baja estofa y malandras de todo tipo, se hablaba un latín degenerado que fue calificado con el gráfico nombre de “sórdida verba”. Esta era también la lengua de los proletarios, o sea de los ciudadanos muy pobres cuya única contribución al estado consistía en la prole o hijos para las guerras. Era un habla marginal.
Entre nosotros, el lunfardo parece haber tenido un ámbito de origen no muy distinto, sobre todo si nos atenemos a la definición que nos da el Diccionario de la Real Academia Española: Lenguaje de la gente de mal vivir, propio de Buenos Aires y sus alrededores y que posteriormente se ha extendido entre algunas gentes del pueblo.
Y ahora, cuando al mismo diccionario se le da la “real” gana de abrirle cada vez más las puertas al lunfardo, cabe la siguiente reflexión: si la Academia aceptara todos los lunfardismos, al reconocérsele categoría digna estas palabras perderían toda su gracia.
A propósito, un amigo del barrio sostiene que el lunfardo no existe. Y no existe porque ya no es tabú.
Tabú, me decía, es una palabra polinesia que tiene dos significados opuestos: el de lo sagrado o consagrado y el de lo inquietante, peligroso, prohibido, impuro. En polinesio, lo contrario de “tabú” es “noa”, o sea, lo ordinario, lo que es accesible a todo el mundo. El lunfardo era tabú y se ha convertido en noa. Ya no es peligroso, ya no es sagrado, ya no es impuro. Cada vez son más los gentiles hombres que lo hablan sin siquiera saber que lo hablan. 

"Batiendo el justo" de Felipe Fernández "Yacaré"
y  "Milonga lunfarda" de Mario Cécere con música de E. Rivero
Canta Edmundo Rivero