Leonel Edmundo Rivero hizo la conscripción, a comienzos
de la década del treinta, en el Regimiento de Granaderos a Caballo, al que fue
asignado por su estatura. De esa época conserva buenos recuerdos y buenos
amigos.
“En Granaderos aprendía a andar caballo, cosa que yo sabía,
si bien ignoraba las destrezas que allí se enseñan: volteos simple, volteos
doble, ‘tijeras’, carreras y lanceos en pelo, salta de vallas parado en los
estribos o sentado al revés. Claro está que hasta que aprendí todo eso me llevó
más de un porrazo y buenos revolcones.
"La guitarra también me sirvió
de mucho durante mi servicio militar. Cuando había mucha fajina, a veces el
sargento me decía: - Por qué no se toca algo, Rivero. Y yo me ponía a tocar mi
guitarra en la carpa, y me salvaba de muchas cosas. También gracias a mi
guitarra mejoraba mi ración de comida. No digo que recibiera algún plato
especial, pero sí lo más selecto del rancho cuartelero”.
La guitarra y la voz de Rivero resonaron en el cuartel
durante muchos meses, como un remanso después de las fatigosas jornadas de
instrucción. Una noche, un sargento lo invitó a cantar a una fiesta familiar.
Cuando volvió al cuartel, solo, fue a parar al calabozo. Argumentó que había
salido en comisión por orden del sargento Fulano, pero no le sirvió de mucho,
el sargento Fulano se limitó a comentar: - ¡Que yo lo mandé!... ¡Debe estar
loco!
“Fue un año que me
dejó huellas profundas -reconoce hoy Rivero- . Todavía me visito con algunos
compañeros, como mi amigo Cuba. Y es por eso por lo que, de tanto en tanto,
siempre vuelvo a Granaderos, al viejo cuartel “.
*
"TODO RIVERO" - de Luis Alposta --. Ed. Corregidor, Buenos Aires, 1985. Segunda edición, Ed. Corregidor, Bs. As., noviembre de 2010.