lunes, 17 de agosto de 2020

EL GRANADERO EDMUNDO RIVERO


    

     Leonel Edmundo Rivero hizo la conscripción, a comienzos de la década del treinta, en el Regimiento de Granaderos a Caballo, al que fue asignado por su estatura. De esa época conserva buenos recuerdos y buenos amigos.

         “En Granaderos aprendía a andar caballo, cosa que yo sabía, si bien ignoraba las destrezas que allí se enseñan: volteos simple, volteos doble, ‘tijeras’, carreras y lanceos en pelo, salta de vallas parado en los estribos o sentado al revés. Claro está que hasta que aprendí todo eso me llevó más de un porrazo y buenos revolcones.
          "La guitarra también me sirvió de mucho durante mi servicio militar. Cuando había mucha fajina, a veces el sargento me decía: - Por qué no se toca algo, Rivero. Y yo me ponía a tocar mi guitarra en la carpa, y me salvaba de muchas cosas. También gracias a mi guitarra mejoraba mi ración de comida. No digo que recibiera algún plato especial, pero sí lo más selecto del rancho cuartelero”.

         La guitarra y la voz de Rivero resonaron en el cuartel durante muchos meses, como un remanso después de las fatigosas jornadas de instrucción. Una noche, un sargento lo invitó a cantar a una fiesta familiar. Cuando volvió al cuartel, solo, fue a parar al calabozo. Argumentó que había salido en comisión por orden del sargento Fulano, pero no le sirvió de mucho, el sargento Fulano se limitó a comentar: - ¡Que yo lo mandé!... ¡Debe estar loco!

          “Fue un año que me dejó huellas profundas -reconoce hoy Rivero- . Todavía me visito con algunos compañeros, como mi amigo Cuba. Y es por eso por lo que, de tanto en tanto, siempre vuelvo a Granaderos, al viejo cuartel “.

*  "TODO RIVERO" - de Luis Alposta --. Ed. Corregidor, Buenos Aires, 1985. Segunda  edición,  Ed.  Corregidor,  Bs.  As., noviembre de 2010.