jueves, 29 de noviembre de 2012

ACERCA DE CLAUDIO DE ALAS




      Claudio de Alas - seudónimo de Jorge Escobar Uribe- nació en Tunja - Colombia,  en 1886.
          Siendo muy joven se radicó en Chile, donde al decir de sus amigos "hacía periodismo para comer y escribía versos para que lo dejaran hacer periodismo"...
          En Chile desempeñó además del oficio de periodista y poeta otro un tanto curioso: gustaba de ir a un restaurante de primera clase llamado "Coppola Splendid" y participar en el concurso que su dueño ofrecía a los clientes. Este consistía en que si uno de ellos era capaz de comer los diez platos que ofrecía el suculento menú, no pagaba la cuenta. Tantas veces resultó vencedor que el propietario le propuso que podría continuar almorzando allí gratis todos los días si a cambio le confeccionaba el menú en verso diariamente. Todo fue bien hasta que el dueño del afamado local llegó a la conclusión de que el trato no le era rentable.
             La revista chilena "Sucesos" del 6 de diciembre de 1917, nos habla de su ilusionada partida a Buenos Aires:

"Abandonando el rincón
de esta urbe santiaguina,
en Alas de la ilusión
partió Claudio a la Argentina"
                   
            Pero, Buenos Aires le habría de resultar una ciudad ajena y extraña. El último de los poemas de su primer libro ya evocaba una queja:

"Qué tristeza, qué tedio, qué dolor, qué amargura
  El tratar a las gentes con sus mismas falsías:
  Todas van disfrazadas con la vil vestidura
  De las cosas del mundo, tan banales y frías..."

           Y ese lloro lo trasladó a Buenos Aires. La ciudad donde venía a triunfar  tan sólo le habría de ofrecer indiferencia.

            Vivía en Banfield, en casa de su amigo, el pintor Koek Koek, y el 5 de marzo de 1918, luego de matar al perro de su amigo, al que le veía “una mirada triste”, y para que lo “acompañase” en su viaje, se pegó un tiro en la sien. Tenía 32 años.

          Sus restos descansan en el cementerio de Lomas de Zamora, prov. de Bs. As.

          Una calle de Lomas de Zamora lleva su nombre.

          OBRA: 

                       En Chile publicó cuatro libros: Salmos de la muerte y el pecado”, “Fuegos y tinieblas”,  “Arturo Alessandri”  y  “La primera víctima de la aviación en Chile”

         La baraja de la muerte, también conocida como El enigma de la calle del Lord, es una película chilena  de 1916 dirigida por Salvador Giambastiani. Es considerada la primera película argumental realizada en Chile. El guion, escrito por Claudio de Alas, está basado en un crimen cometido en la ciudad de Santiago, en la calle Lord Cochrane.

         La cinta fue prohibida por la Municipalidad de Santiago debido a que el crimen en el que estaba basada aún no había sido resuelto por un fallo judicial. La baraja de la muerte se convirtió en la primera película en ser censurada en Chile, dado que la elite consideraba que el cine debía limitarse al "registro de eventos sociales como inauguración de monumentos, desfiles, festejos públicos, ceremonias oficiales, ritos religiosos, o a mostrar paisajes, vistas de las ciudades y de viajes". De todas formas, la película pudo ser exhibida en Valparaíso.                

         Obra póstuma:  “El Cansancio de Claudio de Alas” (poemas), “Visiones y realidades” (apuntes autobiográficos), y la novela  “La herencia de la sangre”. 

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         Y ahora, quiero recordar su soneto (con aires lunfas):

                                                "ECCO IL MONDO"

                                                            Para ti, Honorio Ricardo Guiñazú, ilustre viejo verde, gentil,
                                                        buen mozo, noble amigo, millonario y profesor en Adulterios...

Era un viejo elegante de mirada felina
con mostachos bravíos y palabra triunfal.
Su apostura era hermosa, su estirpe era muy fina
y en sus labios ardía una mueca sensual...

         Era un viejo corrido, de risa cristalina
         que del Bien se reía y se reía del Mal.
         Fue rey de boulevares, mató a una bailarina
         y por una Duquesa derrochó su caudal.

                  Llamáronle el Gran Lobo, especialista en viudas.
                 Tiró su gran fortuna con un ardiente afán.
                  Y en una vieja noche, lleno de viejas dudas,

                           con su postrer billete entró en un restaurant,
                           y allí, con dos cocotes -borrachas y desnudas-
                           se murió dando besos y bebiendo champán.

"ECCO IL MONDO" - soneto de Claudio de Alas

por Luis Alposta

jueves, 22 de noviembre de 2012

ACERCA DE LA MUERTE EN ALGUNAS LETRAS DE TANGO

Grabado de José Guadalupe Posada
            El tema de la muerte, ya desde la más remota antigüedad, ha interesado no sólo a médicos y filósofos, sino también a los poetas.
            Desde aquellos lejanos días en que Jorge Manrique escribiera “cómo se pasa la vida, / cómo se viene la muerte”, es mucho lo que se ha rimado sobre ella, asociándola, casi siempre, con el inexorable transcurrir del tiempo.
            La muerte del prójimo está indisolublemente unida a la proyección que cada uno de nosotros tenemos de nuestra propia muerte.
            Para el porteño, como para cualquier hombre, la muerte es un estado y un sentimiento plagado de connotaciones contradictorias.

            Para Alfredo Le Pera es la impotencia:

“Quise abrigarla y más pudo la muerte…”

y también la acechanza:

“… la muerte agazapada marcaba su compás.”

            Un fatalismo esperanzado para Discépolo:

“¡Dale nomás! / ¡Dale que va! / ¡Que allá en el horno / nos vamo a encontrar!”

            Y el descreimiento en Antonio Podestá:

“Yo quiero morir conmigo / sin confesión y sin Dios, /
crucificado en mis penas / como abrazado a un rencor.”

            Un descreimiento, al que podríamos contraponer, sino la convicción, al menos el “por si acaso” del Malevo Muñoz en trance de morir. Cuando le preguntaron a éste si quería recibir al sacerdote, después de pensarlo un rato, contestó:
Ma sí! Hacelo pasar. ¡Total no cuesta nada tirarse un lance!

            Y ahora, con respecto al cementerio, recordemos que éste es territorio del muerto y no de la muerte, dado que la “quinta” no es propiedad de la “ñata” sino del “ñato”. 




"Tango de la luna que yira" - Canta el "Tata" Cedrón
Letra de Luis Alposta - Música de "Tata" Cedrón

jueves, 15 de noviembre de 2012

ACERCA DE LA SÓRDIDA VERBA


En la Roma imperial, en el barrio de Suburra, habitado por esclavos, prostitutas, gentes de baja estofa y malandras de todo tipo, se hablaba un latín degenerado que fue calificado con el gráfico nombre de “sórdida verba”. Esta era también la lengua de los proletarios, o sea de los ciudadanos muy pobres cuya única contribución al estado consistía en la prole o hijos para las guerras. Era un habla marginal.
Entre nosotros, el lunfardo parece haber tenido un ámbito de origen no muy distinto, sobre todo si nos atenemos a la definición que nos da el Diccionario de la Real Academia Española: Lenguaje de la gente de mal vivir, propio de Buenos Aires y sus alrededores y que posteriormente se ha extendido entre algunas gentes del pueblo.
Y ahora, cuando al mismo diccionario se le da la “real” gana de abrirle cada vez más las puertas al lunfardo, cabe la siguiente reflexión: si la Academia aceptara todos los lunfardismos, al reconocérsele categoría digna estas palabras perderían toda su gracia.
A propósito, un amigo del barrio sostiene que el lunfardo no existe. Y no existe porque ya no es tabú.
Tabú, me decía, es una palabra polinesia que tiene dos significados opuestos: el de lo sagrado o consagrado y el de lo inquietante, peligroso, prohibido, impuro. En polinesio, lo contrario de “tabú” es “noa”, o sea, lo ordinario, lo que es accesible a todo el mundo. El lunfardo era tabú y se ha convertido en noa. Ya no es peligroso, ya no es sagrado, ya no es impuro. Cada vez son más los gentiles hombres que lo hablan sin siquiera saber que lo hablan. 

"Batiendo el justo" de Felipe Fernández "Yacaré"
y  "Milonga lunfarda" de Mario Cécere con música de E. Rivero
Canta Edmundo Rivero

jueves, 8 de noviembre de 2012

ACERCA DE EDUARDO AROLAS Y LOS BAILES DEL INTERNADO


          El 21 de septiembre de 1914, en el que fuera el primer Baile del Internado, Francisco Canaro estrenó su tango Matasano, dedicado a los internos del Hospital Durand.
            Esa misma noche, Roberto Firpo les dedicó a los Internos del Hospital San Roque –hoy Ramos Mejía– su tango El Apronte.
            En años posteriores, hizo  también  su  aparición  en  esos  bailes,  alguien  que,  por  su  nombre,  su  bandoneón,  sus  tangos  y  su  romántico  semblante,  habría  de  brillar  con  luz  propia  en  la  constelación  mitológica  del  Buenos  Aires  popular.
            Cuenta  De  Caro,  que  “vestía  saco  negro  cortón  y  trensillado,  pantalón  bombilla  a  cuadritos  y  franja  negra,  pechera  dura  con  corbata  voladora,  zapatos  de  charol  con  taquito  militar  e  iba  peinado  al  medio  en  bandeaux”.
            Se  llamaba  Eduardo  Arolas.  El  que  había  empezado  por  agregarle  una  “s”  a  su  apellido,  para  terminar  siendo  rebautizado  como  “el  tigre  del  bandoneón”.
            Les  aportó  a  los  estudiantes  tres  de  sus  tangos:  AnatomíaRawson  (por  el  nombre  del  hospital)  y  Derecho  Viejo,  éste  último  dedicado  a  los  estudiantes  de  Derecho.
            Quiso  el  destino  que  el  autor  de  El  Marne  se  muriera  precisamente  en  un  hospital,  pero  bastante  lejos  de  Buenos  Aires.  Eduardo  Arolas  falleció  a  los  32  años  en  el  hospital  Bichat  de  París,  el  mismo  mes  y  el  mismo  año  en  que,  por  extraña  coincidencia,  estarían  llamados  a  desaparecer  también,  Los  Bailes  del  Internado:  en  septiembre  de  1924.

* Para escuchar "Rawson" grabado por Arolas en 1917, hacer click: 

 "RAWSON" ( tango) - de Eduardo Arolas - 
dedicado al Hospital Rawson - por la orq. de Juan D' Arienzo.