jueves, 23 de octubre de 2008

HOMENAJE A FRANCISCO CANARO


EN EL CENTÉSIMO VIGÉSIMO ANIVERSARIO DE SU NACIMIENTO


Palabras pronunciadas por Luis Alposta
SADAIC, jueves 23 de octubre de 2008

 


     En una Sociedad como SADAIC, que cuenta entre sus miembros con notables músicos, no soy yo, seguramente, la persona más indicada para rendirle homenaje a Francisco Canaro. Lo haré, sin embargo, desde la admiración, y al cumplirse este año el centésimo vigésimo aniversario de su nacimiento y el centenario de la creación de su primer tango.

Si la importancia y la significación del tango, que es una de las manifestaciones musicales populares de mayor difusión universal, tuviera que medirse a través de una muy severa y reducida nómina de sus creadores más representativos, el nombre de Francisco Canaro estaría entre los primeros.

En 1888, Canaro hizo su entrada al mundo por Uruguay, en un pueblo de nubes quietas llamado San José de Mayo y, ya desde la cuna, demostró tener carácter haciéndolo en noviembre. La partera, que se llamaba Sara y que después fue su madrina de bautismo, fue quien lo apodó Pirincho, sin llegar a imaginarse que, con muchos años de anticipación, también le estaba dando nombre a un quinteto que, sin ser alergénico, haría roncha.

Canaro que, como ya dije, nació en Uruguay sin que eso le impidiese luego ser más porteño que la Vuelta de Rocha, no vino al mundo, precisamente, con una cuchara de plata entre los labios, y ya en sus primeros años, supo como pocos del esfuerzo heroico –y estoico- de tener que abrirse camino por sus propias fuerzas.

Y fue así como, Francisco Canaro, “Pirincho”, como talentoso autodidacta que fue y ya con mayoría de edad, comenzó a tocar el violín para pasar tiempo después, de smoking y con batuta,  a ser el Kaiser.

Con su voz y su música resonando en el ámbito de esta casa que él contribuyera a construir. Con su voz y su música en la resurrección perenne del mito a lo largo de ese río pavimentado, fosforescente de luces y de sueños que conocemos con el nombre de calle Corrientes.

Una música, la suya, de entraña porteña, fue la que le dio carta de ciudadanía mundial al tango, a su tango, en el que lo importante no han sido los efectos sino los afectos, tomada esta palabra en todo el tiro de su expresión cordial y musical. Su orquesta ejecutaba el tango en base a la expresividad propia del género. Un tango que no se apartaba un tranco de su esencia; "bien marcado", como se dice, y fácil de bailar. Su estilo ha sido de una invariable sencillez temática y armónica, alejado de tecnicismos pretenciosos.

Para nuestro tango, fueron múltiples sus condiciones de músico: ejecutante, compositor, director de orquesta e infatigable divulgador de una jerarquizada modalidad de nuestra música.

Canaro fue pionero e innovador en muchos aspectos.

Junto a su amigo Roberto Firpo, ha tenido el mérito de haber introducido el contrabajo en la orquesta típica.

Otro de sus aportes ha sido el de haber incorporado a su orquesta al “estribillista” o chansonier, como se le decía entonces, dando así comienzo a la etapa de los vocalistas o cantores de orquesta.

Es para destacar, su tendencia a la sinfonización del tango, en lo que también fue precursor por haber incorporado a su orquesta, una de las más solicitadas y prestigiosas de su época, mayor cantidad de músicos y variedad de instrumentos, contribuyendo de manera decisiva a la consolidación de la orquesta típica y a su afirmación en el ámbito teatral como gran espectáculo.

Canaro debutó en cine con Carlos Gardel en uno de los famosos cortos sonoros filmados por Morera en 1930.

Fundó la productora cinematográfica “Río de la Plata” y llegó a producir once películas. En una de ellas, “Con la música en el alma”, además de participar como compositor, director de orquesta y co-empresario, intervino también como actor desempeñando un papel protagónico.

En 1925 viajó a París y, de ese viaje, son conocidas las fotografías de los integrantes de su orquesta vestidos de gauchos y la circunstancia que inspiró el título del conocido tango de Scarpino y Caldarella, “Canaro en París”.

Hasta el año de su muerte, a la edad de setenta y seis años, su resonante popularidad se mantuvo intacta.

Al unísono de su consagración, inició una brillante y prolífica labor fonográfica estableciendo marcas insuperables en su época. Llegó a las ¡siete mil grabaciones!, según nos lo cuenta él mismo en sus Memorias.

Como autor, son muchísimas las piezas musicales, entre tangos, milongas, valses, y rancheras que Canaro escribió a través de su larga trayectoria artística. Y recordemos en este momento títulos como Madreselva, Tiempos Viejos, Halcón negro, La última copa y Matasano, en cuyo estreno, en 1914, empuñó por primera vez la batuta de director.

Canaro fue autor de exitosas y memorables comedias musicales que signaron toda una época.

Carlos Gardel fue su gran amigo. Juntos grabaron catorce canciones y, después de la muerte del cantor, otras seis por el sistema de yuxtaposición electrónica.

Cuando velaron los restos de Carlos Gardel, en el Luna Park, su orquesta interpretó el tango “Silencio”, en honor del que fuera su gran amigo.

También hay que atribuirle a Canaro el título de precursor y difusor del tango en el mundo entero.

¡Y cómo dejar de recordar! que tampoco le ha sido ajena la lucha por los derechos autorales, en la que comenzó tempranamente, en 1918, interviniendo más tarde, activamente, en la creación de la actual SADAIC, sociedad que presidió en varias oportunidades.

A Francisco Canaro lo conocí personalmente en el verano de 1954 y guardo de él un muy grato recuerdo. Fue en Radio El Mundo, una tarde en la que, timidamente (o mejor dicho, desfatachadamente), le entregué mi primer tango, de cuya letra no quiero acordarme. Fue “cuando Canaro tenía su orquesta”; cuando al tango todavía se lo silbaba y Buenos Aires era canto.

De tener que resumir ahora en pocas palabras su trayectoria, diría que Francisco Canaro fue alguien que comenzó fabricándose un violín con una lata de aceite y terminó después poniéndole música a Buenos Aires durante cincuenta años.

Y así lo recordamos

"MADRESELVA" Tango de Francisco Canaro y Luis César Amadori - Canta Charlo