jueves, 22 de noviembre de 2012

ACERCA DE LA MUERTE EN ALGUNAS LETRAS DE TANGO

Grabado de José Guadalupe Posada
            El tema de la muerte, ya desde la más remota antigüedad, ha interesado no sólo a médicos y filósofos, sino también a los poetas.
            Desde aquellos lejanos días en que Jorge Manrique escribiera “cómo se pasa la vida, / cómo se viene la muerte”, es mucho lo que se ha rimado sobre ella, asociándola, casi siempre, con el inexorable transcurrir del tiempo.
            La muerte del prójimo está indisolublemente unida a la proyección que cada uno de nosotros tenemos de nuestra propia muerte.
            Para el porteño, como para cualquier hombre, la muerte es un estado y un sentimiento plagado de connotaciones contradictorias.

            Para Alfredo Le Pera es la impotencia:

“Quise abrigarla y más pudo la muerte…”

y también la acechanza:

“… la muerte agazapada marcaba su compás.”

            Un fatalismo esperanzado para Discépolo:

“¡Dale nomás! / ¡Dale que va! / ¡Que allá en el horno / nos vamo a encontrar!”

            Y el descreimiento en Antonio Podestá:

“Yo quiero morir conmigo / sin confesión y sin Dios, /
crucificado en mis penas / como abrazado a un rencor.”

            Un descreimiento, al que podríamos contraponer, sino la convicción, al menos el “por si acaso” del Malevo Muñoz en trance de morir. Cuando le preguntaron a éste si quería recibir al sacerdote, después de pensarlo un rato, contestó:
Ma sí! Hacelo pasar. ¡Total no cuesta nada tirarse un lance!

            Y ahora, con respecto al cementerio, recordemos que éste es territorio del muerto y no de la muerte, dado que la “quinta” no es propiedad de la “ñata” sino del “ñato”. 




"Tango de la luna que yira" - Canta el "Tata" Cedrón
Letra de Luis Alposta - Música de "Tata" Cedrón