EN EL CENTÉSIMO VIGÉSIMO ANIVERSARIO DE SU NACIMIENTO
En una Sociedad como SADAIC, que cuenta entre sus miembros con notables músicos, no soy yo, seguramente, la persona más indicada para rendirle homenaje a Francisco Canaro. Lo haré, sin embargo, desde la admiración, y al cumplirse este año el centésimo vigésimo aniversario de su nacimiento y el centenario de la creación de su primer tango.
Si la importancia y la
significación del tango, que es una de las manifestaciones musicales populares
de mayor difusión universal, tuviera que medirse a través de una muy severa y
reducida nómina de sus creadores más representativos, el nombre de Francisco Canaro
estaría entre los primeros.
En 1888, Canaro hizo su
entrada al mundo por Uruguay, en un pueblo de nubes quietas llamado San José de
Mayo y, ya desde la cuna, demostró tener carácter haciéndolo en noviembre. La
partera, que se llamaba Sara y que después fue su madrina de bautismo, fue
quien lo apodó Pirincho, sin llegar a
imaginarse que, con muchos años de anticipación, también le estaba dando nombre
a un quinteto que, sin ser alergénico, haría roncha.
Canaro que, como ya dije,
nació en Uruguay sin que eso le impidiese luego ser más porteño que
Y fue así como, Francisco
Canaro, “Pirincho”, como talentoso
autodidacta que fue y ya con mayoría de edad, comenzó a tocar el violín para
pasar tiempo después, de smoking y
con batuta, a ser el Kaiser.
Con su voz y su música
resonando en el ámbito de esta casa que él contribuyera a construir. Con su voz
y su música en la resurrección perenne del mito a lo largo de ese río
pavimentado, fosforescente de luces y de sueños que conocemos con el nombre de
calle Corrientes.
Una música, la suya, de entraña
porteña, fue la que le dio carta de ciudadanía mundial al tango, a su tango, en
el que lo importante no han sido los efectos sino los afectos, tomada esta
palabra en todo el tiro de su expresión cordial y musical. Su orquesta
ejecutaba el tango en base a la expresividad propia del género. Un tango que no
se apartaba un tranco de su esencia; "bien marcado", como se dice, y fácil de bailar. Su estilo ha sido
de una invariable sencillez temática y armónica, alejado de tecnicismos
pretenciosos.
Para nuestro tango, fueron
múltiples sus condiciones de músico: ejecutante, compositor, director de
orquesta e infatigable divulgador de una jerarquizada modalidad de nuestra
música.
Canaro fue pionero e innovador en muchos aspectos.
Junto a su amigo
Roberto Firpo, ha tenido el mérito de haber introducido el contrabajo en la
orquesta típica.
Otro de sus aportes ha sido el de haber incorporado a su orquesta al
“estribillista” o chansonier, como se le decía entonces, dando así comienzo a
la etapa de los vocalistas o cantores de orquesta.
Es para destacar, su tendencia a la sinfonización del tango, en lo que
también fue precursor por haber incorporado a su orquesta, una de las más solicitadas y
prestigiosas de su época, mayor
cantidad de músicos y variedad de instrumentos, contribuyendo de manera decisiva a la
consolidación de la orquesta típica y a su afirmación en el ámbito teatral como
gran espectáculo.
Canaro debutó en cine con Carlos Gardel en uno de los
famosos cortos sonoros filmados por Morera en 1930.
Fundó la productora cinematográfica “Río de
En 1925 viajó a París y, de ese viaje, son conocidas las fotografías de
los integrantes de su orquesta vestidos de gauchos y la circunstancia que
inspiró el título del conocido tango de Scarpino y Caldarella, “Canaro en París”.
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Hasta el año de su muerte, a la edad de setenta y seis años, su
resonante popularidad se mantuvo intacta.
Al unísono de su consagración, inició una brillante y prolífica labor
fonográfica estableciendo marcas insuperables en su época. Llegó a las ¡siete
mil grabaciones!, según nos lo cuenta él mismo en sus Memorias.
Como autor, son muchísimas las piezas musicales, entre tangos,
milongas, valses, y rancheras que Canaro escribió a través de su larga
trayectoria artística. Y recordemos en este momento títulos como Madreselva, Tiempos Viejos, Halcón negro,
La última copa y Matasano, en cuyo
estreno, en 1914, empuñó por primera vez la batuta de director.
Canaro fue autor de exitosas y memorables comedias musicales que
signaron toda una época.
Carlos Gardel fue su gran amigo. Juntos grabaron catorce canciones y,
después de la muerte del cantor, otras seis por el sistema de yuxtaposición
electrónica.
Cuando velaron los restos de Carlos Gardel, en el Luna Park, su
orquesta interpretó el tango “Silencio”, en honor del que fuera su gran amigo.
También hay que atribuirle a Canaro el título de precursor y difusor
del tango en el mundo entero.
¡Y cómo dejar de
recordar! que tampoco le ha sido ajena la lucha por los derechos autorales, en
la que comenzó tempranamente, en 1918, interviniendo más tarde, activamente, en
la creación de la actual SADAIC, sociedad que presidió en varias oportunidades.
A Francisco
Canaro lo conocí personalmente en el verano de 1954 y guardo de él un muy grato
recuerdo. Fue en Radio El Mundo, una tarde en la que, timidamente (o mejor dicho, desfatachadamente), le entregué mi primer tango, de
cuya letra no quiero acordarme. Fue “cuando Canaro tenía su orquesta”; cuando
al tango todavía se lo silbaba y Buenos Aires era canto.
De tener que
resumir ahora en pocas palabras su trayectoria, diría que Francisco Canaro fue
alguien que comenzó fabricándose un violín con una lata de aceite y terminó
después poniéndole música a Buenos Aires durante cincuenta años.
Y así lo
recordamos
"MADRESELVA" Tango de Francisco Canaro y Luis César Amadori - Canta Charlo