jueves, 30 de junio de 2016

ACERCA DE ANÍBAL DE ANTÓN

Con Aníbal de Antón - San Pedro, sábado 24 de octubre de 1981
      Aníbal de Antón fue un “espía de Dios” que cumplió su destino en San Pedro, ciudad en la que nació y murió, dejándole una calle con su nombre.
         Los temas de su poesía, síntesis toda ella de emoción y de vida, han dado siempre en el blanco de los eternos cuestionamientos. Cuestionamientos expresados en forma simple, tal cual la misma vida se desenvuelve.
         Sonetos tan redondos como la luna; poemas, todos, que han sido escritos por nuestro amigo con la caligrafía íntima de sus propias vivencias.
         Aníbal de Antón fue un lírico incorregible, que sin dejar de lado la prédica social, nos habló con sencillez y humor de sus ilusiones y sus penas; de sus sueños y sus fracasos; en síntesis, nos habló de la vida y del transcurrir del tiempo, de ese tiempo que repta indiferente y que nos gasta:
          
“El tiempo, ¡viejo jíbaro! ¿con qué ácidos extraños
el cuerpo nos achica y nos arruga el cuero?
Encogidos nos deja la lluvia de los años
como al traje ordinario el primer aguacero.”

         Siempre recordaré la feliz circunstancia que me ha llevado a conocerlo. Fue el 21 de octubre de 1979, en el Hotel de Turismo de San Pedro, donde ambos participamos en una mesa redonda sobre el humor. Fuimos presentados por un amigo y sin dilación alguna pasamos del “mucho gusto” a la “amistad”. Una amistad que fue creciendo en el tiempo y que se prolongó hasta el día en que cambió de barrio.
         Hoy lo recuerdo como a uno de los pocos hombres que han suscitado en mí una auténtica admiración y respeto.
Poiesis, es la que nos ofrece Aníbal en todos y cada uno de sus poemas. Lirismo ciento por ciento, y con valor agregado: ternura y nostalgia. Una calidad de nostalgia que nos recuerda al viejo álbum familiar.  

Leer sus poemas es retornar a un tiempo en que caminar por San Pedro y verlo a él era una fiesta. 

De su libro  "AIRE DE FUEYE"

LLORANDO POR PICHUCO


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Hoy estarás sentado
a la diestra de Dios;
y el Padre Eterno mirará entristecido,
tus rodillas vacías...
Y el pobrecito fueye,
allá, lejos, muy lejos,
despojado de duende,
descarnado de luna, disecado de vino,
gemirá (viento espeso de recuerdos):
¡Padre mío! ¿Por qué
me has abandonado...?

"Inspiración" - tango de Peregrino Paulos (h.)
Orquesta de Aníbal Troilo

jueves, 9 de junio de 2016

ACERCA DE JOSÉ MARÍA MIERAVILLA


      Así como los bisontes de Altamira nos reflejan el mundo paleolítico y los afiches de Tolouse-Lautrec nos llevan al París del Can-Can, las telas de José María Mieravilla (13 / 4 / 1920 - 26 / 12 / 2002) nos devuelven el paisaje del barrio y del suburbio que se nos piantó hace tiempo con el último carro. El suyo fue el lenguaje espontáneo de la pintura ingenua, popular, directa pero siempre magistral, desentendida de todo código estético elaborado. Sin dejarse tentar por cantos de vanguardia, llevó el barrio, lo cotidiano y lo cotidiano del barrio a sus telas. Mieravilla pintaba sintiendo lo que veía, haciéndonos ver lo que sentía.


Su obra no es más que el fiel reflejo de una interioridad asentada en el ejercicio de la creación constante y es, también, la que le ha permitido incorporarse a la historia de nuestra pintura sin plegarse a concesión alguna. 

Es sabido que el arte, la más necesaria de las cosas innecesarias, nos ofrece la aventura de hallar belleza donde el hombre común no la encuentra. Y la pintura de José María Mieravilla, que parece brotar del campo anímico de la inocencia y la sencillez, le ha sabido robar al olvido el ocre de una nostalgia que nos pertenece, devolviéndonos esa prístina sensación que muchas veces añoramos sin saberlo.


"Barrio viejo" - tango - Letra: Eugenio Cárdenas  
Música: Guillermo Barbieri - Canta: Carlos Gardel