Portada del libro "Chapaleando barro" de Celedonio Flores
Manuel Flores, el hermano mayor del negro Celedonio, ( él
y yo éramos ahijados de don Genaro Videla, nuestro padrino de Confirmación, que fue quien nos presentó), me obsequió la página original en la que figura la primera versión, no dada a conocer hasta ahora,del poema Por qué canto así, con correcciones manuscritas por el propio Cele. La versión definitiva, la que todos conocemos, incluída en su libro "Cuando pasa el organito", editado en 1935, fue musicalizada por José Razzano. La letra original, la no conocida, escrita a mediados de la década del veinte, para ser cantada por Rosita Quiroga -que no llegó a grabar-, es esta:
Así comienzan los bellos y sencillos versos de una maestra rural que se
desempeñó en el partido de Rojas, provincia de Buenos Aires, en la década del
20. Versos que figuran en un libro del prestigioso jurisconsulto Dr. Ariel Pelayo Labrada, sobre Poemas de Aurora Suárez*
-compilación y comentarios-, editado
en el 2009. Por él sabemos que la obra de esta mujer encierra una curiosidad
muy particular -al menos para los que andan por encima de los setenta-,
y es que ella es la autora de la cuarteta publicitaria que nos decía: "Venga
del aire o del sol / del vino o de la cerveza / cualquier dolor de cabeza / se
quita con un Geniol."
Con estos versos aquella maestra ganó un concurso
auspiciado por dicha empresa. Luego los hermanos Antonio y Gerónimo Sureda ampliaron la letra, la musicalizaron y le dieron por título "Venga de donde venga".
Y algo más.
Aurora Suárez cobró como todo premio una caja de cien
comprimidos de la publicitada medicina. Uno de los propietarios del laboratorio Suarry, en el que era procesado este medicamento, sin ser pariente de dicha maestra, tenía su mismo
apellido. Se llamaba Francisco Suárez (Suárez Zabala). De él se dice que sirvió de modelo, sin proponérselo, para el memorable afiche de la "cabeza de Geniol", realizado por el publicista francés Lucien Achille Mauzán.
"Venga de donde venga"
Desde la playa de Quilmes
ha regresado Don Juan
abandonado aquel pic-nic
porque su sesera funcionaba mal.
Ya resignado a su suerte
cuando se iba a acostar
vino una buena vecina
y con estas palabras lo fue a aconsejar:
Venga del aire o del sol,
del vino o de la cerveza,
cualquier dolor de cabeza, Don Juan,
lo quita con un Geniol.
Hágame usted caso a mí
y calmará su dolor,
podrá volver al pic-nic con tomar
tan sólo medio Geniol.
Sin meditar un segundo
Don Juan tomaba el Geniol
y en su auto volvió con rumbo
de nuevo a aquel pic-nic que él abandonó.
Y aquellos que antes lo vieron
triste a su casa marchar
lo miraban asombrados
mientras que él, contento, se puso a cantar:
Venga del aire o del sol,
del vino o de la cerveza,
cualquier dolor de cabeza ¡ja! ¡ja!
lo quita con un Geniol.
Hágame usted caso a mí:
si desea buen humor
lo podrá usted conseguir con tomar
tan sólo medio Geniol.
Mi agradecimiento al Dr. Aníbal Cravchik por haberme facilitado estas grabaciones:
"Venga de donde venga" (publicidad de GENIOL) -milonga de los Hnos. Sureda
Canta Juan Carlos Marambio Catán
"El jingle de Geniol" - Canta: Carlos Roldán
*Y aquí, uno de los poemas de Aurora Suárez que no puedo dejar de recordar: EL CABALLO CIEGO
Entre las
muchas cosas que se pueden picar, figuran
las frutas, el vino, los dientes y las cañerías. También decimos que el mar está
picado, que los fueyes están picados; que puede uno, a causa de alguna palabra
o acción ofensiva quedar picado; que el que toma una copa de más anda picado;
que no se necesita más que un par de amigos y una pelota para armar flor de picado;
que el tigre Millán estaba picado de viruela; que algunos, en más de una
oportunidad, han tirado ‘papel picado’, y que todos, sin excepción, más de una vez,
hemos sido ‘picados’ por la curiosidad.
Tanto
puede ‘picar’ la ropa de lana y el sol como los mosquitos, y además, puede ‘picar’
un pez, puede picar el bagre, se puede picar el anzuelo acudiendo
uno a un engaño o cayendo en él, se puede picar carne y, pretendiendo algo superior
a nuestros méritos, se puede ‘picar alto’.
Dentro
de las distintas formas de caída está la de ‘venirse en picada’, y de una ‘picada’
tanto se puede participar sentándose a una mesa como sentándose en un automóvil.
Picarse es inyectarse droga, y picárselas es rajar,
volar, piantar, tomárselas.
Y volviendo
al principio, recordemos que hubo una época en que, también, ‘guarda’ mediante,
se ‘picaban’ los boletos.
DE LAS COSAS
QUE SE TOMAN
Ala hora de “tomar”, no sólo
se trata de beber o de tomar a alguien de la mano. En este caso, es importante
‘tomar’ en consideración los distintos sentidos, significados o acepciones del
verbo en cuestión.
Repasemos
algunos y veamos cómo los no confianzudos y los abstemios, sin proponérselo,
pueden llegar, también, a tomárselo todo: uno se puede tomar las cosas a pecho o se las puede tomar a risa. También se puede tomar
la vida en solfa o tomársela en serio,
así como se puede tomar el tiempo, tomar el toro por las astas o tomar el rábano por las hojas. Se puede tomar de gil; tomar de otario; tomar de
punto; tomar el pelo; tomar para el churrete; tomar para el fideo; tomar para la chacota; tomar en joda; tomar para la farra, tomar para la derecha, tomar para el lado de los tomates o tomarse un resuello.
Uno
podrá, también, tomar frío, tomar aire, tomar distancia, tomar asiento o tomar
un taxi; tomarse el olivo, tomarse el aceite, tomarse el piro, tomarse el
espiante, tomarse el raje, tomarse el buque, tomarse el Conte Rosso, tomarse
las de Villadiego o, simplemente, tomárselas.
En
resumen: evitar tomar una cosa por otra.
Y
ahora, cambiando de tema, les digo que el cuento de Cortázar que más me gusta
es Casatomada.
Y
si hablamos de tango, mi preferido es Tomo
y obligo.
DE LAS COSAS
QUE SE ARMAN
Armar es verbo
transitivo que significa proveer de armas, y el hecho de portarlas es sinónimo de
andar calzado o de andar con la ferretería encima, algo que, sin tener relación
alguna con los aparatos de ortodoncia, puede dar pie a decir que se está o se anda
armado hasta los dientes.
Armar también quiere decir concertar o juntar entre sí
las varias piezas de que se compone algo. De ahí que se pueda armar un barrilete,
armar un rompecabezas, armar un avioncito, armar un barco adentro de una botella,
armar una cama o armar un cigarrillo.
Cuando,
voluntaria y deliberadamente, nos ponemos en disposición de ánimo para lograr algún
fin o resistir alguna contrariedad, decimos que nos armamos de valor o de paciencia.
Armar,
se utiliza, además, en situaciones de promover escándalo, riña o alboroto. De ahí
que se pueda armar barullo, armar batuque, armar bochinche, armar camorra,
armar un despiporre, armar un despelote, armar un quilombo, armar un lío
bárbaro, o decir que se armó la rosca,
se armó la de San Quintín, se armó la gorda, se armó la podrida, se
armó un tole – tole o, simplemente, se armó.
Otra
de las acepciones de este verbo es la de recibir dinero, enriquecerse. Armarse es hacerse de unos buenos pesos.
Algo que, para la mayoría, ha pasado a ser un arcaísmo.
DE LAS COSAS QUE SE LLENAN
Llenar es verbo transitivo que significa ocupar un
espacio con algo, para lo cual siempre harán falta dos cosas: algo para llenar
y algo con qué llenar.
Si se trata de una copa, lo único que se requerirá para
poder llenarla, además de tener con qué, será que ésta se encuentre medio
vacía, vacía del todo o medio llena. Y esto último sin tener en cuenta que, los
porteños, muchas veces, al decir medio,
queremos significar lo contrario. Como cuando decimos que fulano es medio tránsfuga y con eso estamos dando
a entender que es tránsfuga del todo.
Pero volviendo al verbo que nos ocupa, digamos que uno puede
estar ‘lleno’, tanto por haber comido en demasía como por haber tenido que
soportar a un pelmazo, a un fastidioso, a un
hincha, a un cargoso, a un molesto, a un plomo o a un inoportuno que termina por llenarnos la paciencia o
determinadas partes del cuerpo.
El verbo en cuestión, puede también llevarnos a otras
cuestiones, como la de llenar, llenar la canasta o llenar la cocina de humo, con el significado de embarazar; o decir
que se llena una cara de dedos dando a entender que se cachetea a alguien.
Y por último, digamos que, también, lo conjugan quienes se
llenan la boca hablando sobre ellos mismos, algo que es de tan mala educación
como el hablar con la boca llena y tan inoportuno como el estar jugando a la
lotería y cantar ¡cartón lleno!
La palabra “crematomanía” significa “obsesión por
el dinero” - de
krematos (dinero)
y manía (trastorno del estado anímico frente a determinados
estímulos). En psicología es el nombre que se le da al excesivo apego a las
riquezas, a la obsesión por el dinero vuelto enfermedad; enfermedad cuya
sintomatología, los maniáticos en cuestión, por lo general, niegan
padecer. La necesidad de querer cada vez más y la insatisfacción son sus rasgos más representativos.
La
principal preocupación del que amarroca
es la de guardar para un futuro que nunca llega. De las operaciones matemáticas
básicas las únicas que practica son la suma y la multiplicación. Adora a los billetes,
a los que escabuye después de contarlos
con placer morboso.
Y
aquí, me parece oírlos cantar los versos que, en la cantata sobre “Los 7
pecados capitales” puse en boca del avaro:
Me gusta ver la guitaamarrocada.
Soy peor que Harpagón...
yo nunca garpo nada
y prefiero, a los bancos, el colchón.
Al billete lo plancho de tal modo
que hasta le saco brillo.
Soy devoto del codo
y tengo un cocodrilo en el bolsillo.
¡Y qué decir cuando
al “crematomaníaco” se le da por entrar a acumular menega a costa de los bienes ajenos y los patrimonios
públicos!
No puedo dejar de "asociar" (algo que ya lo hacía Freud, y en serio) crematomanía
con ‘crematorio’ y crematorio con ‘horno’ y horno, con aquello
de -que ‘ayá’ en el horno nos ‘vamo’ a encontrar.
Una serie de circunstancias singularmente propicias, me allanan esta noche
el muy grato y honroso encargo de hablar en este acto.
Hoy el Rotary Club del barrio
de Almagro celebra sesión pública para homenajear a un preclaro vecino, y debemos
considerar como signo feliz para la Institución y el barrio, que el homenajeado
sea el maestro Ariel Ramírez.
Singular y noble personalidad,
y honor de nuestro país en los mayores centros de cultura y escenarios del mundo.
Hablar de su obra sería redundar en lo ya tantas veces dicho. Pero el hacerlo es
algo que se impone.
Con una entrega total de su
vida al arte musical, este eximio pianista y compositor, de delicada y rigurosa
formación técnica, admirable por su versatilidad, es alguien a quien el conjunto
de su obra creadora lo perfila como uno de los talentos que con razón y justicia
ha sido llamado a figurar entre los grandes.
Fue en una escuela de Gálvez,
donde su padre era director, que nuestro homenajeado, a los cuatro años, vio por
primera vez un piano. Poner sus manos en el teclado selló su destino.
El amor por este instrumento,
que comenzó como una atracción instintiva, llegó a convertirse en él en una pasión
única y permanente. Ha sido en el piano donde conoció la Música, y ha sido también
en el piano donde habría de nacer después su propia música. Al conocimiento de los
secretos de la creación popular, de sus estructuras rítmicas y el espíritu de su
lenguaje melódico, supo sumarle el invalorable apoyo del estudio académico. Sabedor
de que la intuicíón tiene un límite, comenzó sus estudios en Santa Fe con Angélica
Velarde y, posteriormente, ya en Buenos Aires, inició sus estudios de armonía con
el maestro Luis Gianneo. En esa época compuso “La Tristecita”, su primera obra conocida
y reconocida. Amante de Bartok y de Brahms, habría de perfeccionar luego sus estudios
con Edwin Leuchter, un genio de la enseñanza. Un tiempo feliz, de dedicación y aprendizaje,
que habrían de serle de mucha utilidad años después, al componer la “Misa Criolla”,
“Los Caudillos”, y otras obras.
Se ha dicho, y es bueno repetirlo,
que en Ariel Ramírez se resumen las cualidades de un artista que, fiel a las raíces
y valores culturales de su pueblo, conformó una trayectoria creativa que le permitió
trascender el ámbito de su país de origen, y convertirse en un músico y compositor
de indudable reconocimiento universal.
Buscando familiarizarse con
las formas musicales del pueblo, su vocación folklórica le llevó tempranamente a
realizar numerosos viajes por territorio argentino y americano. Viajes de difusión
y a la vez de estudio de rítmos autóctonos, en los que registró vivencias sonoras
de cantores e instrumentistas criollos.
Ya en plena madurez artística
y demostrando una verdadera juventud creadora, que aun conserva, fue autor de obras
de reconocido mérito, llamadas todas a perdurar. Tales como, la mencionada cantata
“Los Caudillos”; “Folklore para el nuevo tiempo”; “Mujeres Argentinas” ; “Navidad
Nuestra”; “Cantata Sudamericana”; y varias canciones que han recibido la admiración
de los mas diversos públicos, como “La Peregrinación”; “Indio Toba” y, tal vez la
más difundida, “Alfonsina y el mar”.
Pero, el mayor éxito a nivel
mundial habría de lograrlo en 1964 con la “Misa Criolla”, interpretada y grabada
por el propio Ramírez con Los Fronterizos, Jaime Torres, Domingo Cura, y la Cantoría
de la Basílica del Socorro, dirigida por el Padre Segade. A partir de ese momento
se tuvo la sensación de estar frente a una obra destinada a tener trascendencia,
aunque nadie pudo prever la dimensión que habría de adquirir. Esta creación musical,
es un notable conjunto de inspiradas melodías originales de su autor, basadas en
ritmos regionales de la tradición musical argentina e hispanoamericana. Esta obra
marcó la irrupción en el mundo, de la música litúrgica argentina, y lo hizo con
un nivel artístico que le permitió ser admirada y amada por públicos de innumerables
países.
A partir del Concilio Vaticano II la Iglesia Católica comenzó a realizar
los oficios religiosos en el idioma del lugar, abandonando el Latín, y la “Misa
Criolla” fue la primera, en español, que adoptó este nuevo criterio.
Como intérprete, Ariel Ramírez
ha grabado alrededor de cuarenta discos, y suman unas cuatrocientas las composiciones
que responden a su autoría; también incursionó en la cinematografía al producir
bandas sonoras para destacados cineastas argentinos.
Al referirme a su versatilidad,
lo hice pensando no sólo en los temas folklóricos por él interpretados, sino también
en una serie de tangos memorables que llevó al disco, entre los que recuerdo particularmente
“El 13” de
Spátola, uno de los tangos preferidos de Arturo Rubinstein.
Creador infatigable, con plena
conciencia de los pasos dados en la trayectoria de nuestro folklore, Ariel Ramírez
no ha buscado nunca el éxito fácil. De ahí , que el resultado de su obra esté encuadrado
dentro de un único pensamiento: llegar al público sin más recurso que el de la verdad.
Reconocido, homenajeado y premiado
en grandes centros de cultura del mundo, hoy es el barrio de Almagro, el barrio
de Bettinotti, el que lo agasaja y el que se honra de contarlo entre sus ilustres
vecinos.
Maestro:
Don Manuel de Falla alguna vez le dijo que cuanto
más nacional fuese su música más universal sería.
Y no se equivocó.
"La tristecita" - zamba - Letra: María Elena Espiro - Música: Ariel Ramírez
Nos cuenta su autor:
-Recuerdo LA TRISTECITA, primera zamba que
compuse allá por 1945 en Tucumán. Yo era un necesitado, no tenía ni cinco.
Había decidido conocer el resto del país, porque necesitaba acercarme a todo
ese universo musical que desde mi natal Santa Fe no se podía aprender. Por
entonces vivía, invitado por la familia Mothe, en una casona que está a las
afueras de Simoca, era una construcción bellísima, rodeada de jardines, en
medio de los cañaverales. Me gustaba caminar por allí sólo pensando... De
pronto, oí que me llamaban, eran las cinco de la tarde y ellos tenían el hábito
de tomar el té, siempre a esa hora. La mesa estaba tendida, pero aún no había
nadie; era costumbre esperar para disfrutar de la compañía. Y entonces fuí
directamente al piano, me senté y toqué por primera vez una zamba completa,
como si la hubiese sabido por años. La dueña de casa que estaba escuchándome
comentó: "¡Qué zamba más tristecita! ¿Cómo se llama?". Le respondi
que se llamaba 'La tristecita' y durante ese día creo haberla repetido unas doscientas
veces.; tal era mi entusiasmo y asombro. Mi primera esposa, María Elena Espiro,
le puso luego una hermosa letra.