jueves, 27 de junio de 2013

ACERCA DE UN FRANCÉS A QUIEN GARDEL LE SALVÓ LA VIDA

      Considero innecesario relatar circunstanciadamente los datos biográficos de mi amigo Tomás Barna, y destacar que es escritor, poeta, ensayista, crítico literario, dramaturgo, conferencista, productor de programas culturales en radio y televisión de la UNESCO, en París, ciudad en la que vivió durante veinticuatro años. Y recordar que fue co-fundador y asesor artístico de la legendaria tanguería “Trottoirs de Buenos Aires”. De hacerlo, creo, llegaría a esgunfiarlo en su recato.

Luis Alposta y Tomás Barna junto a la tumba de Paul Eluard
en el Cementerio de Père-Lachaise - París 1986
            Pero, lo que sería imperdonable, es que dejase de contar la historia, real, auténtica, que él nos refiere en su libro “Fascinación del misterio”, donde nos habla de Charles, Carlos (¡Carlitos!), su amigo francés, a quien su admiración por Carlos Gardel lo llevó a ponerse a estudiar nuestro idioma siendo casi un niño.
            En 1943, Charles (Carlitos), con sólo 17 años, abandonó su casa paterna para ir a luchar por la liberación de su país que había caído bajo las garras del nazismo. 
    Entró a formar parte del denominado “Ejército de las Sombras” o ”Maquis”, es decir la resistencia contra el ocupante nazi.

            Fue saliendo de una zona boscosa, en Saulieu, cuando él y tres amigos fueron hechos prisioneros. “Enjaulados”, entre salvajes gritos de mando y ladridos de perros, fueron interrogados, torturados, y comenzaron a ser brutalmente ejecutados uno a uno. Él buscó evadirse, aunque fuera mental, imaginariamente, de ese infierno. De pronto, sin saber cómo ni por qué, sólo atinó a ponerse a cantar el tango “Como abrazao a un rencor”. Cuando fue su turno, los alemanes lo oyeron cantar y no precisamente en francés. 

            Alguien dice que se trata de un español enloquecido y, a patadas, lo “devuelven” al encierro.

            Veinticuatro horas después fue la Liberación.

            ¡Pero el que le salvó la vida fue Gardel!


"Como abrazao a un rencor" - tango
Letra : Antonio Miguel Podestá - Música : Rafael Rossi - Canta Carlos Gardel 

jueves, 20 de junio de 2013

ACERCA DE ÁLVARO YUNQUE Y LOS TALLARINES

      Á lvaro Yunque, nacido Arístides Gandolfi Herrero (La Plata, 20 de junio de 1889 - Tandil, 8 de enero de 1982) escribió “Versos de la calle” en 1924. Un libro que caminó a sus anchas haciéndole honor al título. Un libro que inauguró una nueva forma de concebir la poesía en un medio deslumbrado por la suntuosidad modernista.

Su poesía, síntesis interpretativa de los conflictos y tensiones de los que laburan, de los postergados y humillados, es comprensión. Y tal comprensión es infrecuente.
Álvaro Yunque, uno de los integrantes más representativos del grupo de Boedo, en su auténtica condición de lírico, fue el feliz habitante de una zona humana y geográfica abierta a la poesía.
Lo conocí en 1963, en la Academia Porteña del Lunfardo.
Yunque vivía en el 8ª B de Coronel Díaz 1782, rodeado de libros y de cuadros, entre los que recuerdo un Bruzzone y un Alonso que lo retrataban fielmente.
A ese domicilio concurrí, más de una vez, invitado por el autor de “Barcos de papel”, a comer “tallarines a la lunfarda” que él mismo cocinaba. Cuando le pedí la receta, se limitó a decirme que el secreto consistía en recitar determinados versos “rantifusos” durante la preparación de la salsa. Lo creí entonces, y aún hoy lo sigo creyendo. 
Ahora, desde que cambió de barrio, ya no nos invita a comer tallarines y pasea por calles más altas que las de Boedo.


A YUNQUE
                        (Historia de una A familiar)

Adán, el Arquitecto
que construyó la Catedral de Mar del Plata,
cuyo apellido era Gandolfi,
se casó con Angelina Herrero.
Y llegaron los hijos
-los Gandolfi Herrero-
que fueron siete:
Arístides, el primogénito,
el que, entre versos de la calle
y barcos de papel,
pasó a ser Álvaro para siempre.
Ángel, que firmaba Walk
e inventó el radio-teatro
con Olga Casares Pearson.
Adán, como el padre.
Augusto que lo conservó como médico
y en las coplas fue Juan Guijarro.
Ada, la inteligente,
que murió joven y era hermosa.
Alejandro, el silencioso,
y Alcides, el menor,
a quien los guantes de boxeo
no le impidieron escribir Nocau Lírico.
Arístides, el primogénito,
cuyos años fueron noventa y dos,
estaba casado con Alba,
la que le dio dos hijos:
Adalbo Augusto y Alba,
como ella.
Arístides, que se llamaba Álvaro Yunque,
fue quien me contó una tarde
la historia de esta A familiar,
mientras las demás vocales fruncían el ceño.
Hoy, el que la firma
es su Amigo Alposta
y en la coincidencia está mi homenaje.

                                       4 de marzo de 1982

  "Boedo" tango - de Julio De Caro y Dante A. Linyera  

jueves, 13 de junio de 2013

ACERCA DE LA PALABRA TROLO

            La primera vez que escuché esta palabra -con el significado de hombre que tiene concúbito con persona de su sexo (RAE)- fue en 1976, en boca de un paciente que tenía una particular manera de expresarse. Recuerdo que, cuando le pregunté cuál era el motivo de la consulta, me dijo: -Patié descalzo y se me encarnó la uña. Se trataba de una blenorragia.
            Algunos años después me enteré por el señor José Barrientos, de que el término trolo comenzó a usarse popularmente en Montevideo en la década del sesenta.
            Según él, esa voz circulaba en los ambientes estudiantiles, aclarando que, inicialmente, se decía trole por alusión al vehículo destinado al transporte de personas denominado trolebús.
            Los primeros trolebuses que circularon en Montevideo, de fabricación inglesa, tenían su puerta de acceso en la parte delantera, como el resto de la flota de transporte colectivo. Pero a principios de 1960 aquellos vehículos fueron sustituidos por otros, de origen italiano, cuya puerta de acceso estaba en la parte trasera, de modo que, como dicen los españoles, debían montarse por atrás.
            Así las cosas, la traslación de significado de la apócope trole, convertido luego en trolo, no requiere mayor explicación.
            El tango registró el término (el que alude al vehículo) en una magistral letra de Cátulo Castillo.

"Desencuentro" - tango de Aníbal Troilo y Cátulo Castillo
Canta Roberto Goyeneche con orquesta de Baffa-Berlingieri