La palabra mango (prob. del portugués mango, moneda antigua), con el significado de
peso moneda, también usada en Brasil y provincialmente en Portugal, podría tener un origen francés.
Sabemos por José Barcia que en
1933 se publicó en París La Historia de los
Dogmas, obra en tres tomos escrita por Joseph Turmel. Y en ella, en el capítulo III del tercer
volumen, dedicado al estudio del Papado, en la parte correspondiente a las
finanzas pontificias, se lee lo siguiente: ”El rey anglosajón Ethelwulf, cuyo
hijo había recibido la unción real de manos de León IV, fue a
agradecerle al Papa su benevolencia y en testimonio de su reconocimiento prometió
entregar a la sede apostólica una renta anual de trescientos mangons.” Donación ésta a la que se llamó «Denario de San Pedro». Posteriormente, el rey Sancho de Aragón prometió a la Santa Sede un tributo anual de quinientos mangons.
En el diccionario de francés
antiguo editado por Larousse en 1947 leemos lo siguiente: Mangon, palabra de etimología desconocida, que circuló entre los
siglos XI y XIII con el significado de escudo de oro, equivalente a dos
besantes.
Parece claro que mangon fue el nombre de una moneda
conocida en plena Edad Media, no sólo en Francia y Roma sino también en otros países de Europa, incluyendo a Portugal, donde, con el tiempo, pasó a llamarse mango.
Y a todo esto, entre nosotros, entre palabra y
palabra, hay una pregunta que se nos hizo ranchera:... “¿Dónde
hay un mango, viejo Gómez?”
¿Dónde hay un mango? - ranchera - Letra: Ivo Pelay - Música: Francisco Canaro
Canta: Tita Merello