jueves, 3 de septiembre de 2015

LA MUJER EN EL LUNFARDO

   (del libro “El dinero, la mujer y la muerte en el lunfardo” – ensayo – 1986)
Luis Alposta
      Tan antigua como la Grecia clásica, y probablemente más aún, es la cuestión de 
cómo adquirió el hombre el don de la palabra. Ya Pitágoras, Heráclito, Platón y Aristóteles especularon sobre ello. Hoy, a veinticinco siglos de distancia, ponernos a investigar sobre el origen del lenguaje sería tarea tan vana, como la de querer encontrar un pelo en la cabeza de Geniol (consúltese con padres o abuelos).
            Pero en la Bíblia está escrito que Dios le dio la palabra a Adán, y éste, al poner nombres realizó así su primer acto poético.
            Luego, Dios dijo: “No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda como para él.” Y de un hueso extraído al primer hombre, formó Dios a la primera mujer.
            Y fue precisamente Adán quien le dio nombre a ella: por haber sido tomada del varón la llamó Varona, con lo que no sólo le puso nombre a su mujer, sino que, además, creó el género femenino.
            Todo esto ocurría al comenzar la segunda semana, siendo cerca del fin de mes que hizo su aparición la serpiente, originando en el paraíso una nueva situación, y en nuestros primeros primeros padres la imperiosa necesidad de un taparrabos.
            Es esta la primera historia que nos habla de un seductor, de una pecadora y de un marido en babia. Historia que nos muestra a un Adán, después que le enroscaran la víbora, reaccionando discepolianamente. A un Adán que, quizás, preguntándose a sí mismo: “Quién sos, que no puedo salvarme, muñeca maldita, castigo de Dios…” se reprime y decide, finalmente, morder.
             Recién al ser expulsados del Paraíso, Adán le cambió el nombre a su mujer y, con el significado de “madre de todos los vivientes”, comenzó a llamarla Eva. Y si nuestro primer padre le dio a su mujer dos nombres distintos, Varona y Eva, no es para poner el grito en el cielo si hoy los porteños utilizamos, para designar a la mujer, apenas una docena de voces.
            Por supuesto que esto último no es privativo del lunfardo, pues la mujer, en todos los tiempos y en todos los argots, ha inspirado siempre múltiples designaciones.
            Entre nosotros, quizás sean estos versos de Felipe Fernández “Yacaré” los que más nos ilustran al respecto:

“……………………………………………
Yo a la mina le bato paica, feba, catriela,
percanta, cosa, piba, budín o percantina,
chata, bestia, garaba, peor es nada o femina,
cusifai, adorada, chirusa, nami o grela.
……………………………………………”

            Veamos algunos de estos términos:
            El memorable tango de Samuel Castriota y Pascual Contursi, “Mi Noche Triste” (estrenando en un escenario teatral por Manolita Poli, en 1918), uno de cuyos méritos es haber llevado al lunfardo de lo meramente caricaturesco a lo literario, inicia su primer octosílabo con la palabra percanta.

Pintura: Ricardo Rodríguez
            Percanta, que significa mujer (amante, querida, concubina), puede tener connotación peyorativa, o no, como en aquel costado sentencioso rescatado por Juan Carlos Clemente: “El caído se levanta en brazos de su percanta.” Percanta, que para Casullo, sin más datos, procede del italiano; para Gobello, aunque con reservas, del español, percal; para Juan José de Soiza Reilly, en su prólogo al libro de Cadícamo “La luna del bajo fondo”, de percapez, o sea pez perca, de carne comestible y delicada; y que para un cuarto autor, cuyo nombre no recuerdo, encontraría origen en una pregunta hecha en italiano: ¿Per cuanto?

Pintura: Ricardo Rodríguez
            Grela, a mi entender, anagrama irregular de ‘alegre’ (referente a mujer alegre, de vida airada) De todos modos, grela se oye poco actualmente y es probable que hubiera caído en desuso de no haber sido por la letra del tango “Yira… Yira”: ‘Cuando la suerte que es grela…’
            Esta palabra, aproximadamente a mediados de la década del setenta, ha recobrado vigencia entre los adolescentes, pero esta vez con el significado de mugre, suciedad. Otro misterio etimológico que ha llevado a más de uno a decirme: -¡Pero Che! ¡Por qué no lavás el auto que tiene una grela bárbara!

            Naifa. Entre las lenguas que rebasan sus fronteras nacionales figura el árabe, que se extiende desde Casablanca hasta Damasco. Tal vez a ella le debamos la palabra naifa, para lo cual tendríamos que especular con el hecho de que el Diccionario de la Real Academia Española anota na’if, ‘excelente’, como etimología árabe de naife: cierto diamante de calidad superior.  A propósito, Ángel Héctor Azeves acota que, la existencia, entre nosotros, de una numerosa colonia siriolibanesa, justificaría tal presunción. Digamos, para terminar, que en franca oposición a lo expuesto, están aquellos que creyendo encontrarle una prosapia greco-latina, no vacilan en hacer derivar a la naifa de las ninfas.

            China - Paica - Catriela
            El quechua también aportó lo suyo con el término china y, probablemente, con la voz paica. Catriela es otra palabra que, igualmente, nos está sugiriendo el indigenismo. Las tres han quedado registradas en el verso:
“China de largas polleras / y de enagua almidonada…” - Vacarezza.
“Era una paica papusa, / retrechera y rantifusa…” - Vacarezza.
“La catriela que engrupe mi persona / es la flor de un comboy de fulería…” - De La Púa.
Consultemos ahora algunos diccionarios.

“Vocabulario y Refranero Criollo” de Tito Saubidet:

CHINA. Mujer de la campaña. India pampa o mestiza. Sirvienta. 
            En quechua:hembra de los animales. Amada, querida: mi china… 
            (Este autor no registra las palabras paica y catriela).
        
           “Diccionario Kkechuwa-Español” de Jorge A. Lira:

           CHINA, f. Hembra, animal de sexo femenino. Fig. 
           Parte en que se encaja alguna pieza saliente.
           CHINA, adj. y s. Doméstica, criada.

 “Voz de Arauco” del P. Ernesto Wilhelm de Moesbach, registra lo siguiente:

 CHINA: quechua
 china: criada doméstica, especialmente casa de españoles; mujer plebeya.

Pintura: Ricardo Rodríguez
            De paica, mujer, he leído en Teruggi que podría derivar del quechua pallka, cosa bifurcada u horqueta, por una obvia y pudenda asociación de ideas; Víctor Borde (1923) piensa, a su vez, que la voz significa sirvienta y la deriva de paico, nombre vulgar del quenopodio.
            Veamos ya qué dice el P. Lira:

                        PÁLKKA, otros PÁLLKKA, adj. Bifurcado, de figura                                                     de horquilla.
Pálkka ñán: Camino bifurcado. Pálkka máyu: Río bifurcado o dividido. f. Horqueta, bieldo. m. Látigo de varias ramas.
PÁYKKO, f. Planta quenopodiácea de olor penetrante, empleada en culinaria, así como en medicina casera contra disenterías.

            Papirusa
            Dejando de lado el quechua, pasemos ahora al polaco, el que aparece en un cruce entre papjerosi (cigarrillo en esta lengua) y papusa (mujer hermosa en lunfardo), para dar origen a papirusa, mujer joven, hermosa y coqueta. Varios autores coinciden en que la palabra papjerosi, cigarrillo, era voz muy frecuente en boca de prostitutas (víctimas) polacas.
            Apartándonos por un instante del tema que nos ocupa, hagamos aquí un poco de historia.
            Hubo un tiempo, en las primeras décadas de este siglo, en que Buenos Aires tuvo el triste privilegio de convertirse en una de las principales plazas de la trata de blancas. Los ‘tratantes’, solían reclutar pupilas entre las campesinas polacas, a las que raptaban, cuando no enamoraban o se casaban, para luego, una vez en el puerto de Montevideo o de Buenos Aires, dejarlas en manos de los rufianes o macrós, encargados éstos de “clasificarlas” y “distribuirlas”. Así fue como muchos porteños escucharon por primera vez pedir un cigarrillo en polaco.
            Digamos de paso que la expresión ‘tirar la chancleta’ encuentra su origen dentro del mismo ámbito. La pupila se asomaba al vestíbulo vestida con peinador y sandalias. Por cada cliente que atendía debía descalzarse, “tirando la sandalia o chancleta”. La frase en sentido lato, significa rendirse al acto sexual, capitular, entregarse. “Cuando una francesa se quitaba la chancleta de treinta a treinta y cinco veces por día. se la tenía por una buena trabajadora”.
            Y en este punto, como no es mi intención hacer la crónica de la trata de blancas en Buenos Aires, dejo el nudo para otra ocasión y retomo el hilo para pasar a considerar la voz mina, que de todas las nombradas es, sin duda alguna, la de mayor arraigo y difusión.

            Mina
            Esta palabra tiene varias interpretaciones etimológicas: desde la que la hace derivar de mina (socavón, criadero de metales), en el sentido de que la mujer puede llegar a ser considerada como “una mina de oro”; hasta la que la hace provenir de un jergalismo italiano: minna = mujer; sin olvidar por ello la que le encuentra nacimiento en un lusitanismo o brasileñismo, por contracción de menina, que significa muchacha.
            Y mina encuentra luego su variante afectiva en minusa y en nami, de la misma manera en que encuentra su superlativo en minón.

            Recordemos ahora otras voces:
BRAME: Anagrama irregular de hembra.
BRAMAJE: Deriva de la anterior con el significado de   hembraje, mujerío.
CATRIELA: Mujer, querida.
DONA: Alterna con donna. Mujer, esposa, concubina.
Del ital. donna = mujer.
FEBA: Muchacha, adolescente atractiva.
FÉMINA: Mujer. Del ital. fémina = mujer.
HEMBRA: Amante, concubina, querida.
Admite el superlativo hembrón.
MOSAICO: Moza (por juego paronomásico con el esp. mosaico).
YENUSA: Mujer.

            Ente los vocablos que nos ocupan, están también aquellos que sirven para designar las distintas edades de la mujer:
            Desde el nacimiento hasta finalizar el período de lactancia, hablamos de chancleta.
            Durante la primera infancia y pre-adolescencia los términos habitualmente empleados son: purreta, pibapebeta.
            Ya en la pubertad se pasa a ser una borrega o una pendeja.
            Vendrán después las etapas de mina, jermujovata.
            Desde un punto de vista estrictamente cronológico, lo que es innegable es que los extremos están dados por chancleta y jovata.
           
             Y volviendo ahora al principio donde, según la Biblia, el hombre comenzó a utilizar las palabras para nombrar las cosas y los seres que le rodeaban, recordemos que a la mujer, el hecho de haber sido la última en entrar a escena, no le ha impedido pasar a ser, rápidamente, la ‘primma donna’, lo cual también forma parte de un enigma. Y lo enigmático, en todas las culturas, ha requerido siempre más de un nombre.

"El Motivo" ("Pobre Paica") Letra: Pascual Contursi 
Música: Juan Carlos Cobián - Canta: Edmundo Rivero