Fue una mañana, en el
verano de 1953. Tenía yo 15 años.
Me dirigía al Colegio Nacional “
Domingo F. Sarmiento”, ubicado en la calle Libertad, entre Juncal y Arenales,
en el que cursaba el bachillerato.
Llegando a la esquina de Juncal y
Libertad (también cinco esquinas*), de una antigua casona vi salir corriendo a una mujer desesperada y
a los gritos (aparentemente personal de servicio), dejando caer sobre la vereda
un canasto con ropas.
Al llegar a la puerta, que había dejado
abierta, me asomé ¡y lo vi!.
Sobre el primer rellano de una amplia
escalera de mármol, todo vestido de negro, pendiendo de una soga “muy blanca”
(tanto que llamó mi atención). ¡Como si la hubiese estrenado!
Muchos años después, dando
yo una charla en la que recité los versos que más abajo cito, un señor del público me preguntó:
- ¿Sabe Ud. quién era?
Le dije que no y me respondió: - Yo
vivía enfrente. Aquel hombre era uno de los dueños del mercado que estaba
ubicado en la calle Talcahuano, esquina Charcas. Fue defraudado por su socio y
se suicidó.
El 22 de agosto de 1961, estando yo de
guardia, como practicante, en la Cruz Roja (en la localidad de Caseros, prov.
De Bs. As.) acudo a un llamado a domicilio y, lejos de encontrar a un paciente
en cama y afiebrado, me encuentro con un ahorcado.
Esa misma noche, colgado yo, pero del
pasamano de un colectivo, recordé al primero y pergeñé estos versos que, años después, musicalizó y cantó Edmundo Rivero.
CUARTETOS PARA UN AHORCADO
Dicen que fue en el árbol del pasado donde colgó la soga del recuerdo. ¿Filósofo, poeta, loco o cuerdo? Nos pregunta su sombra desde el muro.
Sólo sé que vistiendo traje oscuro, ciñó a su cuello el lazo, suavemente, dejó caer el banco del presente y le sacó la lengua a su futuro.
Luis Alposta
Canto y guitarra: Aldo Videla
Julián Centeya - año 1966 - Radio Argentina
* "Por
propuesta del Intendente de Policía Hipólito Vieytes, el 8 de marzo de 1814 el
Gobierno había dispuesto ascender a Capitán de Ejército a Rafael Feliciano
Alcaraz, designándolo simultáneamente comandante del Piquete Selador (sic) de Policía.
A partir de ese momento y durante once años el preboste Alcaraz, como
generalmente se lo denomina, llenó un capítulo especial en la historia de
nuestra policía."
"Fueron célebres su partida, su honradez, su prescindencia
de la política, su coraje personal y especialmente su ferocidad con los
delincuentes a los que, si habían muerto o herido a un vigilante, los colgaba
sin ningún trámite del árbol más cercano. Uno de estos ajusticiamientos
sumarios ocurrió en 1818 cuando el preboste se enteró de que una banda de
malhechores planeaba asaltar la quinta de Martín de Elordi, ubicada en las dos
manzanas comprendidas por las actuales Guido, Juncal, Montevideo y avenida
Quintana. Es decir, lo que hoy conocemos como las Cinco Esquinas."
"Alcaraz emboscó a los delincuentes y después de una
intensa refriega consiguió matar al cabecilla y capturar al resto de los
bandidos. De inmediato puso en práctica su expeditivo sistema judicial,
ahorcando a los prisioneros en los árboles de la misma quinta que habían querido
asaltar, dejándolos varios días colgados como escarmiento. Es
de imaginar que por un tiempo ni el señor Elordi ni su familia se acercaron a
la quinta."
"Si bien estos árboles de las Cinco
Esquinas se hicieron tristemente famosos por los ahorcados, más adelante, en
esa misma quinta, siendo para entonces propiedad del doctor Francisco Almeira
se plantaron el primer algarrobo y el primer palo borracho que conoció Buenos
Aires." Jorge Labraña