Desde la más remota antigüedad, todos
los pueblos otorgaron a los números grandes poderes mágicos y diversos
simbolismos. El mundo de la quiniela no se quedó atrás.
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Imagen de San Cono
Iglesia de San Cono en Florida, Uruguay
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Según los antiguos códices
medievales el uno simboliza el principio, el hombre de pie, la revelación. El uno, el número que le da título a un tango de Discépolo, en el
lenguaje de la quiniela quiere decir agua.
El dos significa la oposición, el conflicto. Es el número de todas las
ambivalencias y desdoblamientos. Desde los tiempos más antiguos,
el dos se atribuye a la madre. En cambio, para nosotros, sueños y quinielas
mediante, el dos es el niño.
El tres es un número fundamental en todo el mundo. Sintetiza el dos y
el uno, la unión de Dios y el hombre. El tiempo es triple (pasado,
presente y futuro). Los mosqueteros fueron tres y tres los amigos a los que le
cantó Cadícamo. En el lenguaje de la quiniela, el tres, o tricota, es San Cono, patrono de los quinieleros.
Desde los albores de la
civilización, el cuatro ha sido
utilizado para significar lo sólido, lo tangible, lo sensible. Cuatro son los
puntos cardinales, cuatro las estaciones de Piazzolla y cuatro los ríos del
Paraíso. Para los muchachos del lápiz, el cuatro o cuaterno, pasó a ser la cama.
Al cinco los pitagóricos lo llamaban “nupcial”. Representa la
armonía, el equilibrio. Cinco son los que se chocan al dar la mano y cinco eran
los integrantes del Quinteto Pirincho. En el lenguaje de los sueños, el cocín o cocinero, es el gato.
"El quinielero" - tango - Canta Carlos Gardel
Música: Luis Cluzeau Mortet - Letra: Roberto
Aubriot Barboza
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