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Los músicos que tocaban el arpa en el antiguo Egipto eran exclusivamente varones ciegos |
Entre nosotros, y lunfardo por medio, el
acto de morir (y dejar chamuscada una silla) se traduce en: escatar, espichar, pinchar, sonar, finir, palmar, crepar,
entregar el rosquete o irse por la rejilla. Lo que
puede ocurrir en forma repentina o después de estar jugado, rifado o
regalado durante
algún tiempo. Hace muchos años, el actor Marcos Kaplan, hablándome de alguien
que se encontraba en ese trance, me dijo lo siguiente: -¡Dos afeitadas más
y lo
perdemos!
Entre las expresiones populares que aluden al acto de morir hay dos que le
echan mano al arpa, y son las que dicen “estar más cerca del arpa que de la
guitarra” y “sonar como arpa vieja”. Veamos el sentido de esta última.
Debido a su aspecto delicado, resulta difícil imaginar que la estructura de
un arpa sea capaz de soportar varias toneladas de tensión, ya que cada una de
sus 46 o 47 cuerdas ejerce una tracción de alrededor de 100 kilos. Eso explica
que no se conserven ejemplares de arpas antiguas. La enorme tensión hace que
después de algún tiempo la cubierta de la caja se curve y finalmente el
instrumento se rompa. Por eso, la vida de un arpa no suele sobrepasar los
cincuenta años.
De ahí la expresión: - ¡Sonó como arpa vieja!.
Y ahora, escuchémosla “viva” en una milonga:
“Milonga para amar” – Compuesta y ejecutada en arpa paraguaya
por Alfredo Rolando Ortiz