Nació en 1910 en Italia, en Borgotaro, provincia de Parma, donde lo
bautizaron Amleto Enrico Vergiati, un nombre que habría de quedar eclipsado por
el de Julián Centeya, el poeta que fue y seguirá siendo dueño del mundo que da a la esquina.
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Con Julián, en febrero de 1968 |
Lo recuerdo impulsivo, hablando a
golpes de inspiración. Todo él era una emoción... una soledad... un despedirse. Fueron los días
en que, sin aparato alguno, se escaneó en cuerpo y alma en su poema Atorro.
Si hasta me parece oírle decir: - Encanutado en la última pilcha, / negao a todo, / piantao de mí, / en
la pinchada que da el atorro, / como de nada, / puesto en el forro / del jonca ´e
pino me iré de aquí.
Cuando nació en él la idea de escribir una novela sobre el
vaciadero de Villa Soldati me dijo que iba a comenzarla con la siguiente frase:
- Llovía que daba calambre.

Una novela que, después de leerla, me llevó a escribir estos versos.
EL DEMONIO DEL BASURAL
Qué viejos nos alejamos de aquí,
de los humeantes basurales,
donde hemos visto por última vez
al hijo del mendigo cargando su
mortaja
y hablando con el verdugo.
Aquí,
donde las viudas y los huérfanos
visten grises harapos;
donde nunca han brindado los testigos
del alba
sobre un mantel de vida.
Qué viejos nos alejamos de aquí,
de los humeantes basurales,
donde también dejamos partes
nuestras.
Qué viejos nos alejamos de aquí,
y cómo nos resignamos al estigma
viendo reptar los días.
Hasta que nos acurruquemos una noche
cualquiera
y nos soñemos limpios.
L. A.