jueves, 12 de julio de 2018

ACERCA DE LA PALABRA COCOLICHE

Revista - Enero 1949

     El cocoliche es una mixtura de español y dialectos que hablaban los inmigrantes italianos -entre 1880 y 1930-, buscando así integrarse al nuevo medio (Buenos Aires, Montevideo) y “aporteñarse”. Caricatura fónica de entonación macarrónica que, con el tiempo, dejó de escucharse, aunque muchas de sus palabras pasaron luego a formar parte del lunfardo. Pongamos como ejemplo sólo dos: laburo y fiaca.
         En “Los amores de Giacumina”, sainete de Agustín Fontanella, editado en 1906, y la novelita de igual nombre, de Ramón Romero (primera obra rioplatense escrita íntegramente en cocoliche, publicada por entregas en 1886), encontramos en ambos textos la palabra lumbardo (que devino luego en ‘lunfardo’), en boca de un napolitano, y, según se desprende fácilmente del relato, se refiere al nativo de Lombardía.
         Y fue también en 1886 cuando Antonio Cuccoliccio, peón de limpieza en el circo de los hermanos Podestá, le dio pie al cómico Celestino Petray para que se presentara en escena expresándose como lo había oído hablar a él: Mi quiamo Franchisque Cocoliche e sono creolio hasta lo güese de lo caracuse.
         Y el apellido del calabrés, a partir de entonces hizo carrera: en el Diccionario de la Real Academia, desde su edición de 1927, la palabra cocoliche figura y es definida como la 'jerga híbrida que hablan ciertos inmigrantes italianos, mezclando su habla con el español'. 

En el sainete en un acto, titulado “Don Enrico , el cardinero", (2017) escrito por Lidia Lewkowicz -que leí con fruición y de un saque-, el cocoliche es, precisamente, la forma en que se expresa el personaje central. Lírica evocación, hecha letra con donaire y ternura, que mucho agradecemos a su autora.
En la imagen, el actor cómico Celestino Petray.
Refrán cantado por Ernesto Famá