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Revista - Enero 1949 |
El cocoliche es una mixtura de
español y dialectos que hablaban los inmigrantes italianos -entre 1880 y 1930-,
buscando así integrarse al nuevo medio (Buenos Aires, Montevideo) y
“aporteñarse”. Caricatura fónica de entonación macarrónica que, con el tiempo,
dejó de escucharse,
aunque muchas de sus palabras pasaron luego a formar parte del lunfardo.
Pongamos como ejemplo sólo dos: laburo
y fiaca.
En “Los amores de Giacumina”, sainete
de Agustín Fontanella, editado en 1906, y la novelita de igual nombre, de Ramón
Romero (primera obra rioplatense escrita íntegramente en cocoliche, publicada
por entregas en 1886), encontramos en ambos textos la palabra lumbardo (que devino luego en
‘lunfardo’), en boca de un napolitano, y, según se desprende fácilmente del
relato, se refiere al nativo de Lombardía.
Y fue también en 1886 cuando Antonio
Cuccoliccio, peón de limpieza en el circo de los hermanos Podestá, le dio pie
al cómico Celestino Petray para que se presentara en escena expresándose como
lo había oído hablar a él: Mi quiamo
Franchisque Cocoliche e sono creolio hasta lo güese de lo caracuse.

En el sainete en un acto, titulado “Don Enrico , el cardinero", (2017) escrito por Lidia Lewkowicz -que leí con fruición y de un saque-, el cocoliche es,
precisamente, la forma en que se expresa el personaje central. Lírica evocación, hecha letra con donaire y ternura, que
mucho agradecemos a su autora.
En la imagen, el actor cómico Celestino Petray.
Refrán cantado por Ernesto Famá
Refrán cantado por Ernesto Famá