“Cría cuervos y te sacarán los ojos”, dice un antiguo refrán. Caracterizado desde siempre por la rapiña y la astucia, el cuervo nos trae, inmediatamente, la imagen de un ave siniestra revoloteando sobre la presa indefensa.
En el lenguaje popular son los leguleyos
y picapleitos los que suelen recibir este nombre, aludiendo al tradicional color
negro de la toga; y el cuervo, a su vez, es el que da origen a la difundida expresión:
ave negra. Y "ave negra" (hay dos tangos
con este nombre: uno, instrumental, de Alberto López Buchardo; y otro, poco conocido,
de Dante A. Linyera y O. Cruz Montenegro), designa, además, a la persona portadora
de malas noticias, como puede ser, por ejemplo, un oficial de justicia encargado
de ejecutar un desalojo.
El cuervo tiene el triste privilegio
de haber iniciado una casta que lleva sobre sus alas una maldición divina. La casta
de los pájaros de mal agüero, entre la que también se encuentra la lechuza, nombre éste al que se suele recurrir
para referirse a la persona que transmite supuestamente mala suerte.
Edgard Allan Poe, en su conocido
poema, nos presenta al cuervo como símbolo de la muerte; y entre nosotros, José
Hernández pondrá en boca de Martín Fierro la siguiente advertencia:
Ave de pico encorvado / le tiene al robo afición
Y ya que hablamos de ave negra
y de robo, recordemos que el pájaro ha sido siempre símbolo de libertad. ¡Ser libre
como un pájaro!, se suele decir. Pero cuando esa libertad peligra, al tener cuentas
pendientes con la justicia, el hombre pasa entonces a ser un pájaro de cuentas, o simplemente un tipo
de avería cuyo destino final es la gayola, palabra ésta que en portugués significa
jaula.
Y aquí se impone la cita del
tango “Mala entraña”, de Celedonio Flores, que nos dice:
Te criaste
entre cafishios, / malandrines y matones, /
y entre gente de avería / desarrollaste tu acción.
y entre gente de avería / desarrollaste tu acción.