El cerdo* es un animal que, en
América, recibió el nombre de chancho. Y chancho, según el señor Corominas,
proviene de Sancho, nombre éste que en el siglo XVII se le aplicó a los cerdos
como apodo. También están los que creen que es una palabra de origen araucano: chanchu o sanchu. De más está decir que, en este caso, la culpa no es del
chancho sino de los que le buscan la etimología.
Y la palabra chancho resultó ser generosa. Tanto, que devino en chanchullo; le dio nombre al inspector
de trenes y colectivos, a los jefes pusilánimes y, entre los instrumentos
musicales, al contrabajo. Hacerse el chancho
rengo significa remolonear, dar
vueltas, resistirse a hacer algo. Ser como
chanchos, es tener mucha confianza y
familiaridad con alguien.

Ahora, si cambiamos de género,
nos encontramos con que en el lenguaje delictivo, la chancha es el policía, y dentro de la jerga de la aeronáutica el
avión Hércules de transporte.

Si consideramos que la cría de una cerda a través de su vida fértil rara vez llega a la veintena, decir que alguien se quiere quedar con el chancho, la chancha y los veinte lechones es una exageración que sirve para pintar al angurriento de cuerpo entero.
Claro, que con decir la chancha y los veinte es suficiente.
Aunque nunca falte el exagerado que se quiera quedar con la chancha, los veinte... y la máquina de hacer chorizos.
Y aquí la yapa: el violinista Antonino Cipolla, antiguo vecino de Villa Urquiza, fue el autor del tango "A mí nunca me mordió un chancho".
Y ya que de cerdos hablamos, los invito a ver:
* En el escalafón porcino, el puerco es más que un chancho, y menos que un cerdo.
Y ya que de cerdos hablamos, los invito a ver: