jueves, 28 de abril de 2011

ACERCA DE DISCÉPOLO

Hablar de Enrique Santos Discépolo es hablar del autor que mejor ha expresado la angustia y el desamparo del hombre de su tiempo. Es hablar del vate que nos transmitió una filosofía escéptica y una desencantada concepción de la vida. Y es hablar, también, de uno de los raros letristas del tango en los que se advierten instancias religiosas, tan exaltadas como para asumir matices de vituperio, aunque sin llegar a la blasfemia.
Caricatura de E. S. Discépolo realizada "a máquina" por Yoyi Kanematz, dedicada a su amigo Luis Alposta
Es por eso que, a la hora de expresar la orfandad o la impotencia ante las injusticias sociales o el desamor; recurrimos a sus letras y podemos, a través de ellas, dar cabal expresión a las circunstancias adversas que nos han tocado y nos siguen tocando vivir.
Con sus letras, buceando en la psicología del hombre de la ciudad, Discépolo nos dejó una metafísica del espíritu porteño y una síntesis dramática de la realidad.
La suya es una poesía de rechazo del mundo corrupto, rechazo sostenido por un único testigo: el puro, el inocente, el desprotegido, el “apartado”. Todos ellos parecieran ser la proyección de la imagen ideal del poeta mismo, que se convierte así en el personaje central, testigo, pero a la vez víctima del proceso de la corrupción.
La secreta luminosidad de sus tangos sigue siendo un refugio de privilegio para la fraternidad de los solitarios que tiende a incluirnos a todos, ya que el destino final del hombre de hoy parece ser la soledad. 
A ciento diez años de su nacimiento (27 de marzo de 1901) así lo seguimos recordando: profundo y filosófico, sarcástico y tierno. 

"Yira Yira"  de Enrique Santos Discépolo
Canta Carlos Gardel