LA CHINA QUE VI
La China que vi
ya no cabe en los mapas antiguos.
Rascacielos que prueban
la textura del futuro
entre autopistas y pantallas,
entre buses, motos y autos eléctricos
y carteles que parpadean en silencio…
En Beijing, la historia convive con el tránsito.
La Ciudad Prohibida, inmóvil y solemne,
se ve rodeada de torres que la reflejan sin entenderla.
Y más allá, la Gran Muralla,
serpenteando sobre las colinas
como un dragón dormido que aún sueña con el imperio.
Sus piedras guardan pasos y ecos
de susurros y gritos centinelas.
La piedra imperial convive con el vidrio moderno,
y el aire -cargado de historia-
parece flotar en una nube de polvo y de pantallas.
En ella, el pasado no muere:
solo se sienta un poco más atrás
En Xi’an los Guerreros de terracota,
silenciosos bajo la luz blanca del museo,
parecen esperar una orden que no llegará.
La ciudad moderna bulle alrededor,
pero bajo esas tierras,
como secas raíces,
duerme el ejército del primer emperador.
En Shanghái todo brilla, todo avanza.
La ciudad es una promesa en construcción permanente.
Los rascacielos crecen como bambú digital,
cambiando de color según la hora.
La niebla del río Huangpu
se ilumina con luces de neón…
y en una calle lateral
una mujer lava ropa en una palangana,
mientras un gato se enrosca en el vapor del arroz.
En Guilin, la naturaleza domina.
Las verdes colinas parecen fantasmas amables
y el agua refleja siglos de calma.
Sin embargo, los botes llevan motores eléctricos,
y los turistas sostienen sus cámaras
como si pudieran atrapar el paisaje.
La armonía entre lo humano y lo eterno
aquí, minuto a minuto, se disfruta.
Y Hong Kong, con marcas de lujo,
asomada a su bahía
que se enciende cada noche.
En Shanghái todo brilla, todo avanza.
La ciudad es una promesa en construcción permanente.
Los rascacielos crecen como bambú digital,
cambiando de color según la hora.
La niebla del río Huangpu
se ilumina con luces de neón…
y en una calle lateral
una mujer lava ropa en una palangana,
mientras un gato se enrosca en el vapor del arroz.
En Guilin, la naturaleza domina.
Las verdes colinas parecen fantasmas amables
y el agua refleja siglos de calma.
Sin embargo, los botes llevan motores eléctricos,
y los turistas sostienen sus cámaras
como si pudieran atrapar el paisaje.
La armonía entre lo humano y lo eterno
aquí, minuto a minuto, se disfruta.
Y Hong Kong, con marcas de lujo,
asomada a su bahía
que se enciende cada noche.
La Torre del Reloj
Los rascacielos que se miran en el agua,
los negocios bacanes latiendo en Nathan Road,
pantallas que respiran colores
y una multitud que fluye como un río.
Y en los muelles, las grúas dibujando su metálica danza,
mientras los barcos van y vienen,
cargando sueños, mercancías y silencios.
En la China que vi,
una mano sostiene un celular,
y la otra, un recuerdo.
Los rascacielos que se miran en el agua,
los negocios bacanes latiendo en Nathan Road,
pantallas que respiran colores
y una multitud que fluye como un río.
Y en los muelles, las grúas dibujando su metálica danza,
mientras los barcos van y vienen,
cargando sueños, mercancías y silencios.
En la China que vi,
una mano sostiene un celular,
y la otra, un recuerdo.
Luis Alposta
8 / 11 / 2025
8 / 11 / 2025
