Con un
estilo definido y
sobrio, con cierta
angustia contenida, donde lo áspero
y lo descarnado
no logran disimular
la ternura, Pedrido,
en muchos de
sus poemas nos habla de aquellos que
transitan por la
tristeza de la
pérdida, el dolor
del desencuentro y
la soledad.
Todo, todo eso
que hace a
la esencia de
la vida y
de la muerte,
Federico Pedrido nos
lo mostraba sin
maquillaje, con rasgos
de ironía y
de piedad, y
por sobre todas
las cosas, con
una profunda comprensión
de lo humano.
Y vaya como
ejemplo este poema
de su libro
“Borracho muerto”:
PALMADO
De cigarrillo
a la sangre.
De bronca.
por los
chimentos.
Murió cabrero.
La noche
que rompió
los boletos,
todo el
mundo
se apiadó
de él.
Sus uñas
sucias
apoliyaban
sobre el
pecho.
Sus manos
juntas,
maneadas
por la
muerte.
Su nombre
en los
avisos.
¡Y qué!
Finado y
todo,
era majestuoso
sobre el
jabón
de olor
de los
alcahuetes
y sobre
los bigotes
por las
comadronas
en la
triste
batalla familiar.
Murió de
pingos a la
sangre.
De trasnochadas
a la sangre.
De pena
a la sangre.
De mucha
tos a la
sangre.
Murió de
todos
los vicios
que papito
reservó
para los
hombres.
Los vicios
que no
están
en los
diez
datos fundamentales.
Los vicios
que necesitan
de otras
cosas
para volcar
el codo
del pecado.
Los vicios
que nunca
volcarán
el codo
del pecado.