Rosita Quiroga (Buenos Aires, 15 de enero de 1896 - 16 de octubre de 1984), se le adelantó cuarenta años a Paul Anka cantando “a su manera”. Cantaba como era y era como cantaba, con un canyengue espontáneo y natural que siempre la distinguió. Una auténtica autodidacta.
De Juan de Dios Filiberto aprendió, siendo muy chica, los primeros rasgueos en la guitarra.
Después, mujer de carácter, puesta a elegir muy pocas veces se equivocaba. Lo demostró al no querer estudiar canto, sabiendo que con su sola voz y su autenticidad le bastaba. Lo demostró al seleccionar su repertorio y a sus guitarristas; al buscar un letrista de la talla de Celedonio Flores y un bandoneón de lujo como el de Ciriaco Ortiz. Y lo volvió a demostrar, despojada de todo egoísmo, al seleccionar nuevas voces para

Podría
decir, entre otras muchas cosas, que ella dio inicio a la etapa de las cancionistas;
que los primeros temas que grabó fueron “Siempre Criolla” y “La Tipa ”; que recomenzó sus
estudios de guitarra a los ochenta años y que su primer guitarrista -que no era
un personaje de Shakespeare- se llamaba Polonio.
Pero a la Rosita Quiroga que hoy evoco es a la que
tenía el che fácil, y a la que a su
madre la llamaba "mama" y la trataba de usted. A la de la vida dura y a la de la
vida muelle. A la que le gustaba cantar en los cumpleaños de Rivero y a la que
tocaba piezas de Tárrega y Albéniz en el living de su casa, algo que pasaba muy
de vez en vez, como los eclipses, y que impregnaba el aire con la música de su
guitarra. A la de los berrinches y a la que una tarde vi llorar al escuchar el
tango “Vieja Amiga”, que era el que más la emocionaba. A la del agua colonia y
a la del Madame Rochas. A la que era feliz cocinando para sus amigos y a la que
siempre le temió a una soledad que nunca tuvo.
Luego
de la muerte de don Mario Cappiello, su marido, ocurrida en 1964, Rosita solía
decir que su vida ya era un libro cerrado. Pero a ese libro, que hojeaba con
frecuencia, terminó agregándole capítulos inolvidables. Como el de su aventura
en Japón, donde, en plena
vejez, encontró vigente el anecdotario de sus éxitos, la verdad de su fama y el
cariño de los nipones. Alguna vez, al buscarle el anagrama a su nombre, terminé rebautizándola japonesmente como Tashiro Garoki.
Una
mañana de junio de 1984, dos días después de haber estado festejando juntos el
cumpleaños de Edmundo Rivero, llamé a Rosita por teléfono para leerle la letra
de una milonga que acababa de escribirle. Daba así cumplimiento a un pedido que
tiempo atrás ella me hiciera en La
Casa del Tango, en presencia del maestro Sebastián Piana. Me
pidió copia de los versos y como jugando y de un saque les puso música.
Así
nació “Campaneando mi pasado”, milonga que grabó en la Victor el 28 de septiembre de 1984,
con el acompañamiento musical de Aníbal Arias.
Campaneando mi pasado
Rosita Quiroga conversa con Antonio Carrizo en el programa
"La Vida y el Canto" - junio 1984 - Canta "Campaneando mi pasado"