”Con el Corazón en el Tango” - Guía para prevenir enfermedades cardíacas bailando el tango – del Dr. Roberto M. Peidro, director del Centro de Vida de la Fundación Favaloro, y el Dr. Ricardo Comasco. Prólogo del Dr. Luis Alposta- Editorial Guadal. Buenos Aires, marzo de 2007.
PRÓLOGO:
![]() |
Hechicero de Cro-Magnon con su atavío ceremonial |
Miles de años después,
antropólogos y fisiólogos desarrollaron más de una teoría en torno a sus
orígenes. Teorías que atribuyen al sonido rítmico la puesta en marcha de un
reflejo neuromuscular originado en el hipotálamo; o las que argumentan que la
danza refleja el ritmo de los procesos biológicos, los latidos del corazón y la
respiración.
Sean cuales fueren los
procesos fisiológicos, entre la mayoría de las sociedades primitivas la danza
sirvió para expresar la unidad y fuerza de la tribu, así como para constituir
un elemento poderoso en los rituales de magia, propiciación e invocación. Las
danzas primitivas celebraban acontecimientos importantes, tales como el
nacimiento, la pubertad, el cortejo, el casamiento, la enfermedad y la muerte.
Tanto se ejecutaban danzas para sanar a los enfermos como para lograr la
comunión con espíritus demoníacos o antepasados.
![]() |
Pitágoras |
Entre los griegos, Pitágoras —llamado “padre de la terapia
musical”— fue quien dedujo que la misma música que calmaba los ánimos de un
solitario pastorcillo en una lejana isla, llegaba a los límites más extremos de
las esferas celestiales. Platón fue quien recomendó que se buscara la salud del
cuerpo y de la mente en la música y la gimnasia.
Pero
ha sido Aristóteles quien atribuyó el efecto benéfico de la música a una
“catarsis emocional”, sentando así las bases para la investigación moderna de
los efectos que produce la música sobre los instintos y las emociones.
Dado que el denominador
común de toda vida es el movimiento —aun cuando descansamos el corazón sigue
latiendo y los pulmones trabajando— la danza, lejos de estar contraindicada,
bien puede llegar a actuar como coadyuvante en el tratamiento de determinadas
patologías. La respuesta al sonido rítmico a través del movimiento del cuerpo
es una característica básica que se encuentra en todos los hombres.
La música y la danza, si bien no constituyen per se medicamentos capaces de curar, cuando se combinan con la psicoterapia y otros métodos terapéuticos pueden llegar a representar valiosos agentes capaces de apoyar y acelerar el proceso de curación.
La música y la danza, si bien no constituyen per se medicamentos capaces de curar, cuando se combinan con la psicoterapia y otros métodos terapéuticos pueden llegar a representar valiosos agentes capaces de apoyar y acelerar el proceso de curación.
Ambas, en general, pueden
llegar a liberar al paciente de tensiones emocionales o mentales motivadas por
preocupaciones o disgustos, teniendo en cuenta que, el mayor valor de la danza,
en determinados casos, reside en su ilimitado potencial como agente “resocializador”.
En la página 12 del diario
“La Razón” del 13 de noviembre de 1913, se hace referencia a un curioso informe de la
Academia de
Medicina de Francia, que dice: «Desde el punto de vista de la educación
física esta danza (el tango) tiene sobre todas las otras creadas desde veinte
años a esta parte, la ventaja de hacer trabajar más el cuerpo y los brazos,
forzando las flexiones y las extensiones alternativas de la musculatura de la
región lateral del torso, las extensiones de los músculos de la región anterior
del pecho con fuerte proyección de los hombros hacia atrás, las extensiones de
los grupos lumbares y abdominales laterales...», etc.
El comentario concluía así: «De modo, pues, que en adelante, los médicos franceses prescribirán a los niños débiles para alternar con los baños de mar, tangos a toda hora.»
El comentario concluía así: «De modo, pues, que en adelante, los médicos franceses prescribirán a los niños débiles para alternar con los baños de mar, tangos a toda hora.»

Creo conveniente recordar ahora
que antes de captar pacientes, entre nosotros, el tango y su expresión bailable
estrecharon vínculos con médicos y practicantes de medicina. Hablar de ello nos
remite al tiempo de “Los bailes del Internado” , cuya historia resumo:
El 21 de septiembre de 1914, los estudiantes
de medicina porteños, coincidiendo con la reciente reglamentación del Internado,
institución equivalente a lo que fue después el practicantado y a lo que
actualmente es la residencia hospitalaria, decidieron celebrar su día con
un gran baile, el que estuvo animado por los quintetos de Roberto Firpo y de “Pirincho”
Canaro. El primer escenario fue el Palais de Glace; los primeros tangos El Apronte
y Matasano, este último dedicado a los internos del Hospital Durand.
Estos bailes se realizaron en forma ininterrumpida
durante once años, inspirando cada uno de ellos tangos memorables: Clínicas,
Rawson, Muñiz, El anatomista, El Internado, El galeno,
El cirujano, Bicarbonato, Sal Inglesa, Amoníaco, Bicloruro,
Sulfato de soda, Cloroformo, La muela careada, La fractura,
Pulmonía doble y Cuidado con los rayos X, entre otros muchos títulos.
El último de esos bailes, el undécimo, tuvo
lugar en 1924.
Aquella fue una época en la que siempre se
encontraban motivos para componer música, y la ciudad entera era canto. Una época
que nos muestra lo frecuente que era entonces, entre los músicos, dedicar tangos
a los médicos como testimonio de gratitud y amistad. Y no sólo a los doctores, sino
también a todo lo relacionado con la profesión médica. ¡Si hasta El termómetro
tuvo su tango!
Fue cuando Osvaldo Fresedo, en el Teatro
Victoria, le dedicó a los estudiantes su tango El Once.

Por otra parte, el baile
del tango ha demostrado, además, ser un buen aliado en la prevención de ciertas
afecciones cardiovasculares. El corazón, que antes pertenecía al dominio
exclusivo de los enamorados y poetas, ha pasado a ser preocupación de la mayor
importancia científica en el campo de la medicina; el alfa y el omega de la
vida, que comienza a latir cuando el embrión tiene sólo tres semanas y no cesa
de pulsar hasta su muerte.

¡El corazón! Cuyos vínculos
con el espíritu persisten no solo en la literatura universal, sino también en
las letras de muchos tangos. En las obras de Shakespeare existen infinidad de
alusiones a este órgano; la palabra corazón figura en los títulos
de 583 tangos (según me informa Omar Granelli).
Y baste ahora con recordar
solo tres: “Corazoncito”, “Corazón de papel” y “Corazón no le hagas caso”.
Pero aquí se trata de “El tango
y la salud del corazón”. Un libro que firman los doctores Roberto Peidro, Jefe de
Prevención y Rehabilitación Cardiovascular de la Fundación Favaloro, y Ricardo Comasco.
Un libro que tengo el honor de prologar.
Es éste un trabajo de investigación
realizado con voluntarios sanos, todos ellos bailarines, que nos revela que bailar
el tango ayuda a disminuir la presión arterial y a prevenir la aparición de enfermedades
cardíacas. En él se determina, además, que “el consumo de oxígeno, la frecuencia
cardíaca y la cantidad de aire movilizado por minuto durante el baile, con pequeñas
variantes entre el tango y la milonga, se incrementaron sin llegar a superar el
75% de los valores obtenidos en el ejercicio máximo.”
En estas páginas se transcriben
las conclusiones del trabajo realizado por la Dra. Patricia Mc Kinley, ya mencionado;
se vuelcan las experiencias y “horas de milonga” de Héctor Mayoral y Elsa María
Borquez y se incluye un plan de alimentación saludable desarrollado por nutricionistas
de la Fundación Favaloro.
El tango-danza, como
terapia, que ha demostrado actuar mejorando la tolerancia al ejercicio y la
calidad de vida, ha llegado a los recetarios.
Los que aun no se han
enterado y lo siguen bailando con apasionamiento en los clubes de barrio y en
las academias, nos recuerdan a un personaje de Moliere: están haciendo terapia,
y en algunos casos, rehabilitación, sin saberlo.
---------- o ----------
"Cantemos corazón" - tango - Letra: Reinaldo Yiso - Música: Enrique Alessio
Orq. de Argentino Galván - Canta: Jorge Casal