En las primeras décadas del siglo
pasado, la muchachada de Villa Urquiza solía agruparse en sociedades destinadas
a la práctica de algún deporte y a la distracción de sus integrantes.
Muchos fueron los clubes que
nacieron, ya no como formales instituciones, sino simplemente como grupo de
amigos que formaron equipos de fútbol, fijando el domicilio de algunos de ellos
como secretaría.
No son pocos los que aún
persisten. Eran tiempos aquellos en que los clubes de barrio se daban como en
racimo.
El 20 de julio de 1925, Félix
Zugasti, entonces un muchacho de 16 años, convocó a un grupo de amigos, chicos
entre diez y doce años, a quienes les manifestó que había leído en la revista
Pinocho, que se editaba en España, una proclama a través de la cual se instaba
a fundar en cada ciudad de habla española, un club con el nombre del popular
muñeco.
Expresó, entonces, su deseo de
fundar una institución que tuviese por nombre el de Pinocho Football Club.
Los integrantes del club no
tenían que abonar absolutamente nada, y para ser admitidos como socios, sólo
debían cumplir con una cláusula realmente pintoresca: “Saber contar un cuento
de Pinocho”.
