jueves, 23 de octubre de 2014

ACERCA DE BORGES Y EL LUNFARDO

            Pienso que Borges, a pesar de él mismo, ha tenido mucho que ver con el lunfardo. Pues estoy convencido de que, al decir de Gómez Bas, el lunfardo es también un aire y no sólo un muestrario de palabras.
            Jorge Luis Borges, con su cuidado y elevado estilo, alguna vez aseguró sentenciosamente que el lunfardo “es una jerga artificial, una especie de broma”, aunque no por eso dejó de prestarle atención a las “proezas orilleras” que escuchó en boca de “viejos caudillos suburbanos”.
Borges y Rivero
            No olvidemos que su infancia transcurrió en el barrio de Palermo, entonces apartado arrabal de conventillos, terrenos baldíos y de guapos. En no pocos de sus poemas y en muchos de sus cuentos evoca a los antiguos cuchilleros de principios de siglo y el ambiente de las orillas que dan color local a sus creaciones.          
          Insisto en que tal vez Borges esté más cerca del lunfardo de lo que podamos suponer. Porque en el lenguaje cuentan los matices, la intención o el acento que se pone a veces sobre cada vocablo, el valor que denotan las palabras según se desprende de la descripción o el relato de un contexto.
         Si se siente entrañablemente a Buenos Aires y todo lo que a esta ciudad concierne; si se logra un poema de “calle con almacén rosado”; si se escriben milongas de Jacinto Chiclana, de don Nicanor Paredes o de Manuel Flores; si se urden historias de tauras y compadritos, aunque en todo ello se eviten cuidadosamente las voces lunfardas, es imposible, en cambio, esquivar cierto talante malevo y ese aire lunfardo al que me referí anteriormente.

"Milonga de Jacinto Chiclana" - de Jorge Luis Borges y Astor Piazzolla  
Canta Edmundo Rivero