En la cultura occidental la fuente más copiosa de la inspiración lírica ha sido siempre el tema del amor frustrado. Los trovadores medievales entonaban coplas, alboradas y serenatas en las que desgranaban las penas que sentía un caballero por causa de una noble dama, hermosa e impoluta, que, por lo general, no le llevaba el apunte. Muchos de los sonetti, canzoni y rime que compuso Dante se inspiraron en su amor no correspondido por Beatriz de Portinari, y el frustrado amor de Petrarca por Laura de Sade dio como fruto algunas de las mejores composiciones líricas del Renacimiento Italiano. Cuando Werther, el desventurado y pálido protagonista de la célebre novela epistolar de Goethe, se quitó la vida porque amaba a una mujer casada, desencadenó el movimiento romántico en el que más de uno, por penas de amor, buscó que “el tiro del final” le saliese.
Alguien dijo, y con razón, “boca que besa no canta”. Y tal vez por eso, en el primer tango que cuenta una historia, con principio, nudo y desenlace, en el amor, ya estaba ínsito el dolor y el abandono. En Mi noche triste, Pascual Contursi, su autor, no necesitó más que dos versos de ocho sílabas para hablarnos poéticamente de un amor no correspondido, de una frustración amorosa. Y eso fue, cuando cachó un lápiz y escribió: Percanta que me amuraste / en lo mejor de mi vida...
"Mi noche triste" - tango de Pascual Contursi y Samuel Castriota
Canta Carlos Gardel