Todo comenzó la noche, en que después de la lectura de una antología alemana de historias de fantasmas, Byron retó a los Shelley y a su médico personal John Polidori a componer, cada uno, una historia de terror. Fue entonces cuando Mary concibió una idea: idea que fue el germen de la llamada a ser la primera historia moderna de ciencia ficción y una excelente novela de terror gótico.

“DEL DIARIO DE VÍCTOR FRANKENSTEIN”
Escribo esto en una siniestra noche en que mi obra ya está lista y mi sueño ha perdido todo atractivo. Una repulsión invencible se apodera de mí.
En la bulliciosa calma Dejo constancia en mi diario
de un mundo que ahora es mi celda que en éste, mi consultorio,
se escucha un trueno que suelda que ahora es un laboratorio,
la tierra con lo infinito. hecho de humanos despojos
Luego el viento como un grito, acaba de abrir sus ojos
como un divino reproche, quien con tan shiome figura
pone a la calma su broche nació de una sepultura.
y anuncia la tempestad Mi nombre no le daré.
vejando a la claridad De aquí en más lo llamaré:
que se enluta con la noche. ¡La Criatura!
"DEL DIARIO DE VICTOR FRANKENSTEIN"
Letra: Luis Alposta - Música: Acho Estol
Letra: Luis Alposta - Música: Acho Estol
La Chicana - Canta: Dolores Solá
Estoy terriblemente solo, nadie quiere compartir mi vida; es imposible que nos separemos sin que prometáis concederme lo que os pida. Sólo una mujer tan monstruosa y deforme como yo estaría dispuesta a concederme su amor; una mujer que fuera en todo semejante a mí, que poseyera incluso mis defectos.
Si aceptáis otorgarme lo que os suplico, nunca, ni vos ni cualquier otro ser humano, volveréis a verme. Me estableceré en las enormes tierras deshabitadas de América del Sur.
O sea que, si la Criatura a la que llamamos Frankenstein le echó el ojo a la Patagonia, bien pudo haber cantado por milonga estos versos:
“FRANKENSTEIN”
(tango)
Entre el horror y el espanto
hago de mi grito un canto:
y ser engendro de un padre
que ahora reniega de mí,
y aunque sin nacer nací
sin tener siquiera un nombre
soy sólo un remedo de hombre,
un muñeco desdichado,
y si fui galvanizado
por mi padre Frankenstein,
en tangótico vaivén,
hoy lo que más me subleva
es ser un Adán sin Eva,
tener prohibido el nosotros
y ver amarse a los otros.
¡Ver cómo comen perdices
y yo con mis cicatrices!
Es por mi figura horrible
que nunca seré querible;
y hago de mi grito un canto
entre el horror y el espanto:
Mi drama es no tener madre.
¡Compadre!
"FRANKENSTEIN" - Letra: Luis Alposta - Música: Acho Estol
"FRANKENSTEIN" - Letra: Luis Alposta - Música: Acho Estol
La Chicana - Canta: Dolores Solá
Que Mary Shelley
escribiese la novela Frankenstein es un hecho incuestionable. Todo el
mundo lo sabe. Lo que la mayoría de la gente desconoce es que existe un
castillo con el mismo nombre de su novela y que data de mediados del siglo
XIII, siendo muy posible que ella lo visitase en 1816, en el
verano más frío de su vida, antes de llegar a Villa Diodati en Coligny, Suiza, que
fue donde escribió su inmortal obra.
EL CASTILLO DE FRANKENSTEIN
En lo alto de una colina, próximo a la
ciudad alemana de Darmstad –en el estado de Hesse- se encuentra el castillo de
Frankenstein, un vocablo germano que literalmente significa “piedra de los
Francos”. La primera referencia de su construcción se remonta al siglo XIII, en
plena Edad Media.
![]() |
Ruinas del Castillo de Frankenstein - Alemania Foto Nathan Sleeter’s |
De forma impetuosa llegó a afirmar que poseía el
secreto para engendrar vida a partir de materia exangüe, una
base teórica que colisionó frontalmente con las autoridades docentes de la
Universidad de Giessen, provocando su expulsión.
Durante
su estancia en el castillo de Frankenstein el doctor Dippel construyó un
laboratorio en el cual trabajaba noche y día. Fruto de este arduo trabajo fue
el descubrimiento de un aceite, elaborado a partir de animales licuados, que
previamente había filtrado en tubos de hierro, y que bautizó con el nombre de “aceite empireumático” o aceite de Dippel. Según el alquimista, todo aquel que bebiera de esta
pócima se convertiría en centenario. Los suculentos honorarios que obtuvo de la
venta del maloliente líquido le permitieron sufragar algunos de los
experimentos que llevaba a cabo en su laboratorio.

Castillo de Frankenstein -Foto Boris Stroujko

Como todo en la vida, las
investigaciones de Dippel tuvieron sus luces y sus sombras, ya que a partir del
aceite animal el alquimista germano consiguió elaborar un tinte de color azulado con
el que se podían teñir los tejidos y que fue bautizado como “azul de Prusia”.
Esta tinción, con el paso del tiempo, sería una de las más conocidas y
empleadas.
En torno al castillo de Frankenstein no tardó en
aflorar un halo de misterio. La gente del pueblo aseveraba que Dippel, al
abrigo de la seguridad que proporcionaban los muros de la fortaleza, estaba
llevando macabros experimentos que habían sobrepasado los límites de la
racionalidad. Se contaba que el alquimista abandonaba el castillo por la noche
y, pertrechado de pico y pala, se dedicaba a profanar tumbas y robar cadáveres en los
camposantos próximos. Los restos humanos eran diseccionados y servían para
diferentes experimentos. Dippel ansiaba encontrar el método para transferir el alma de un cuerpo
a otro. Además, se decía que trabajaba sin descanso en la
consecución de un
animal fabricado a base de huesos, sangre y otros restos animales.
El castillo
de Frankenstein tiene actualmente
otro atractivo turístico añadido y nada fútil, en sus alrededores se produce un extraño fenómeno magnético,
las brújulas dejan de funcionar. Este fenómeno está
relacionado directamente con ciertas formaciones de rocas magnéticas naturales.
* Trabajos consultados:
Pedro Gargantilla - ABC - Ciencia - España
Montero Glez - El País - España
José Pichel - El Español
Aglaia Berlutti - Revista Cultura - Madrid
* Trabajos consultados:
Pedro Gargantilla - ABC - Ciencia - España
Montero Glez - El País - España
José Pichel - El Español
Aglaia Berlutti - Revista Cultura - Madrid