En el siglo III antes de Cristo, Aristófanes de Bizancio, el bibliotecario
encargado de la Biblioteca de Alejandría, fue el primero en plantearse la necesidad de respirar mientras se lee un texto. Con ese propósito introdujo en la gramática
el uso del punto.
Más tarde, en el siglo VII, el eclesiástico Isidoro de Sevilla, quien fuera arzobispo de esa ciudad y
al que la iglesia católica canonizara tras su muerte, actualizó el sistema de Aristófanes relacionando,
por primera vez en la historia y de forma explícita, la puntuación con el
significado. A él le debemos la
utilización de la coma y la del punto final.
Vendrán después el punto y coma, los puntos suspensivos y los dos puntos.
Y ya que hablamos del punto, vayamos ahora -y por milonga- a la particular historia de otro punto:
Vendrán después el punto y coma, los puntos suspensivos y los dos puntos.
Y ya que hablamos del punto, vayamos ahora -y por milonga- a la particular historia de otro punto:
LA HISTORIA DE UN
PUNTO
Esta es la
historia de un punto
a quien desde la
otra punta
de la línea fue otro
punto
quien a punta de
llamadas
lo empezó a tomar
de punto.
Pero el punto ya cansado
cuando encontró al
otro punto
y le halló su
punto débil
poniendo punto
a la cosa
sin más le calzó
los puntos
al punto y como se
debe.
Y así termina esta
historia
a la que aquí muy
puntual
sin comas ni punto y coma
y sin puntos suspensivos
y sin puntos suspensivos
le pongo punto
final.
Luis Alposta
"Nueve puntos" -tango de Francisco Canaro - Orquesta de Alfredo Gobbi