jueves, 28 de junio de 2012

ACERCA DEL ORIGEN DE LA PALABRA


EN EL PRINCIPIO ERA EL VERBO, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. 
 De este modo reconoce San Juan la fuerza de las palabras, identificándolas con el mayor de los misterios: la divinidad.
Tan antigua como la Grecia clásica y, probablemente más aún, es la cuestión de cómo adquirió el hombre el don de la palabra: ya Pitágoras, Heráclito, Platón y Aristóteles especularon sobre ello.
Hasta la era darwiniana, los biblicistas y hebraizantes adoptaron la creencia de que Adán adquirió el don de la palabra del mismo modo que adquiriera la mujer, esto es, por gracia divina. Le correspondió así a Adán darle nombre a los animales y a las cosas. Y ese fue el primer acto poético del hombre.
Adán poniéndole nombre a los animales
Creían asimismo que, en un principio, sólo se hablaba una lengua común hasta que intentaron construir la torre de Babel, que llegara hasta el cielo, por lo que Dios, como castigo a tal insolencia, diversificó sus lenguas para que no se entendiesen los unos con los otros.
Lo cierto es que, durante siglos, se debatió la cuestión de cuál ha sido el primer lenguaje hablado entre los hombres, con la inferencia de que quienes lo hablasen serían considerados descendientes directos de la pareja primitiva.
Un erudito anónimo, que solía dejarnos con la boca abierta en un café del barrio, sostenía lo contrario, es decir, que ya en el Paraíso Terrenal existían diversas lenguas y que Dios hablaba en protoindoeuropeo, Adán respondía en sánscrito, mientras la serpiente la tentaba a Eva... en lunfardo.