jueves, 26 de mayo de 2011

ACERCA DE UN JAPONÉS ENAMORADO DEL TANGO


En casa de los Kanematsu, Tokio, 1976

(Del libro "EL Tango en Japón", de L. A. - Ed. Corregidor, Buenos Aires, 1987)

    A 
pocas  horas  de  mi  llegada  a  Japón,  en  1976,  tuvo  lugar  mi  primer  encuentro  con  un  personaje  tanto  o  más  peculiar  que  el  barón  Megata,  japonés  de  nacimiento  pero  porteño  por  vocación,  que  luego  se  conviviría  en  mi  amigo  entrañable  y  fiel  corresponsal.  Me  refiero  a  Yoyi  Kanematsu,  al  que  tuve  la  suerte  de  conocer  por  intermedio  de  una  amiga  común:  Rosita  Quiroga.

Yoyi  -tal  vez  el  hombre  que  más  sabe  de  tango  en  Japón-  nació  en  Yokohama  el  6  de  febrero  de  1927.  Menudo,  vivaz,  de  mirada  inteligente  y  exquisita  cortesía,  licenciado  en  filosofía  y  letras,  políglota,  dibujante,  periodista  y  alto  ejecutivo  de  Pola  Cosmetics  -una  de  las  principales  firmas  de  cosméticos  de  su  país-,  es  el  anfitrión  obligado  de  todo  tanguero  que  pase  por  Japón.  Su  número  telefónico  figura  en  las  agendas  de  todos  los  músicos  argentinos  que  han  actuado  en  aquellos  pagos  desde  1954  hasta  la  fecha,  y  a  todos  los  ha  recibido  en  su  casa,  agasajándolos  con  una  costosísima  comida,  rara  y  muy  escasa  en  Japón:  un  auténtico  asado  criollo,  en  cuya  preparación  se  alterna  con  su  socio  y  amigo  Yoshio  Nakanishi.  Mi  caso  no  fue  la  excepción:  apenas  me  conoció,  Yoyi  me  abrió  las  puertas  de  su  hogar,  al  que  llegué  por  primera  vez  una  tarde,  a  tomar  el  té.  Un  té  japonés;  verde  y  sin  azúcar.

Un  curioso  detalle  llamó  mi  atención  en  mi  primera  visita  a  la  casa  de  Yoyi.  En  la  sala  de  estar,  sobre  el  televisor,  había  un  portarretratos  en  el  que  yo,  por  supuesto,  esperaba  ver  la  foto  de  su  esposa  Setsuko,  o  de  sus  hijas,  Misato  y  Kaore.  Sin  embargo,  menuda  sorpresa  me  llevé  cuando,  al  acercarme,  me  encontré  con  un  Carlos  Gardel  más  sonriente  que  nunca…  Luego  me  enteré  de  que  Yoyi  había  viajado  en  dos  oportunidades  a  la  Argentina  para  visitar  la  tumba  de  Gardel  y  rendirle  homenaje  a  nuestro  cantor.  La  primera  fue  en  1963.  La  segunda,  en  1975,  cuando  se  cumplieron  cuarenta  años  de  la  muerte  del  Zorzal;  en  esa  ocasión,  Yoyi  colocó  una  placa  recordatoria  en  el  lugar  donde  se  guardan  sus  restos.

Entre  las  múltiples  iniciativas  de  mi  amigo  en  favor  de  la  difusión  del  tango  en  su  país,  una  de  las  más  importantes  fue  la  creación  de  la  revista  mensual  La  música  iberoamericana,  en  la  que  nuestra  música  ciudadana  tiene  un  lugar  preferencial.  Ya  en  el  primer  número,  aparecido  el  5  de  mayo  de  1952  y  del  que  se  imprimieron  mil  ejemplares,  la  temática  del  tango  ocupaba  cuarenta  y  siete  páginas  sobre  un  total  de  cincuenta  y  dos,  y  hoy,  con  el  nombre  de  Latina,  cuando  cada  ejemplar  consta  de  ciento  setenta  y  cuatro  páginas  y  se  editan  once  mil  ejemplares,  la  proporción  sigue  siendo  bastante  similar.

Yoyi  Kanematsu  es,  además,  el  actual  presidente  de  la  Sociedad  del  Estudio  de  la  Música  Iberoamericana  (SEMI)  (Chunambei  Ongaku  Kenkyukai),  una  de  las  primeras  peñas  tangueras  del Japón,  fundada  el  1ª  de  octubre  de  1940  y  cuyo  presidente  honorario  fue,  hasta  su  muerte,  el  señor  Tadeo  Takahashi.

La  pasión  de  Yoyi  por  el  tango  lo  ha  llevado  a  reunir,  con  el  paso  de  los  años,  una  discoteca  de  incalculable  valor  y  a  almacenar  en  su  memoria  infinidad  de  letras,  que  suelen  acudir  espontáneamente  a  sus  labios  en  las  ocasiones  más diversas.  Siempre  recuerdo  aquella  noche  de  1980,  en  su  lujoso  escritorio  de  la  calle  7-7  Ginza 1-Chome,  en  la  que  pasamos  varias  horas  fotocopiando  programas  de  las  actuaciones  en  Japón    de  distintas  orquestas  tangueras  y  tomando  algunas  de  las  fotos  que  incluyo  en  este  libro.  En  un  momento  necesitamos  un  trípode  para  hacer  ciertas  tomas.  Yoyi,  sin  inmutarse,  abrió  entonces  el  armario  donde  guardaba  su  nutrido  equipo  fotográfico  y  sacó  el  instrumento  requerido,  mientras  canturreaba,  inconscientemente,  aquello  de  “…  hay  de  todo  en  la  casita…  “

Y  cómo  no  mencionar  que  Yoyi  llegó  a  oficiar  de  secretario  de  Jorge  Luis  Borges  cuando  éste  visitó  el  Japón  en  1980.  Cuenta  mi  amigo  que  el  escritor  le  pidió  que  lo  llamara  Luis  en  vez  de  Jorge,  porque  “el  nombre  Luis  es  más fácil  de  pronunciar  en  japonés  que  el  de  Jorge”.  Muy  risueñamente  rememora  también  Yoyi  las  repetidas  veces  que  el  autor  de  Ficciones  le  solicitó  que  lo  llevara  al  zoológico  de  Tokio,  pedido  al  que  él,  por  compromisos  previos,  nunca  podía  acceder.  Fue  así  como  un  día,  al  pasar  a  buscar  a  Borges  por  su  hotel,  el  conserje  le  comunicó  que  “se  había  ido  solo  a  visitar  el  jardín  zoológico”.

Una  noche,  mientras  comíamos  tempura  -langostinos,  hongos  fritos,  arroz  y  caldo,  acompañados  con  té  japonés-  le  pregunté  a  Yoyi  por  qué  el  tango  gustaba  tanto  en  su  país.  La  respuesta  no  se  hizo  esperar.  Deteniendo  a  medio  camino  los  palillos  -que  gracias  a  él  también  yo  había  aprendido  a  manejar-  me  dijo:

-Porque  su  música  nos  llega  fácilmente  al  corazón.

Yoyi Kanematsu falleció en Buenos Aires el 31 de marzo del 2001. 

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Yoyi Kanematsu  en 1970, al enterarse de la próxima visita de Rosita Quiroga a su país, y sin conocerla personalmente, le escribió esta carta: 


Muy estimada amiga: 
Me tomo la libertad de aprovechar la presente para comunicarle que me siento más feliz que nunca al enterarme por intermedio de Oiwa de que usted está gozando de buena salud, y de que piensa realizar una visita mi patria en 1971. 
Como gran admirador suyo desde hace treinta años, esta noticia me causó gran alegría. 
Me acuerdo de que en los últimos días de la guerra pasada, bajo los bombardeos aéreos americanos, me refugiaba todos los días en el foso antiaéreo con mis discos bajo el brazo, los discos que usted grababa para el sello Victor: "Vieja guitarra", "Sentimiento malevo", "Viejo coche", "Negro", me acompañaban siempre. 
De noche, ante los reproches de la gente ignorante del pueblo que temía que el avión enemigo recogiera el sonido de la música, yo solía escuchar tangos con el fonógrafo cubierto con una manta. 
Pero, lamentablemente, el 29 de mayo de 1945, cuando sólo se encontraba allí mi madre enferma, cayó en mi casa una bomba incendiaria que redujo todo a cenizas, incluyendo los discos que yo tanto quería. 
Después de la guerra, buscando por todos lados con mucha dificultad, conseguí, de segunda mano, algunos discos suyos para reponer mi colección perdida. 
Usted ya sabe, por intermedio de Oiwa, cómo la admiraban los hinchas japoneses del tango antes de la última guerra. Hoy, los que han sobrevivido a ella siempre llevan en el recuerdo la voz y la imagen de la gran intérprete del tango que es usted. Hoy, la nueva generación, gracias a algunos tangos regrabados en LP, puede compartir la alegría de conocer el alma del tango por usted interpretado. 
Sabrá usted disculpar mi atrevimiento de escribirle, pero mi emoción no sabe de fronteras ni de etiqueta. Nuestro país se encuentra muy lejano al suyo en la distancia, pero muy cercano en el sentimiento. 
Le envío esta carta por intermedio del señor Armando Husso, violinista de la orquesta de José Basso. 
El señor Husso, al escuchar el tango "Vieja guitarra" interpretado por usted, se emocionó tanto que lo grabó en cinta y se lo llevó a Buenos Aires. 
El amigo Oiwa me enseñó unas fotografías suyas con la señora Mercedes Simone, a quien igualmente admiro mucho, y me contó de los momentos que él pasó con usted. 
La felicito de todo corazón y ruego a Dios que la dicha sea su compañera inseparable en muchos años por venir. 
La saluda muy respetuosamente su amigo y admirador en el lejano Japón.

Yoyi Kanematsu

Carta de Yoyi llevada a la historieta por Guillermo Guerrero 
(Revista "LUPIN" N° 437 - febrero del 2002) 
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“Vieja guitarra” – tango - Letra y música : Omar Javier Menvielle
Canta Rosita Quiroga