Yoyi -tal
vez el hombre
que más sabe
de tango en Japón- nació
en Yokohama el 6 de
febrero de 1927.
Menudo, vivaz, de
mirada inteligente y
exquisita cortesía, licenciado
en filosofía y
letras, políglota, dibujante,
periodista y alto
ejecutivo de Pola
Cosmetics -una de las
principales firmas
de cosméticos de
su país-, es
el anfitrión obligado
de todo tanguero
que pase por
Japón. Su número
telefónico figura en
las agendas de
todos los músicos
argentinos que han
actuado en aquellos
pagos desde 1954
hasta la fecha,
y a todos
los ha recibido
en su casa,
agasajándolos con una
costosísima comida, rara
y muy escasa
en Japón: un
auténtico asado criollo,
en cuya preparación
se alterna con
su socio y
amigo Yoshio Nakanishi.
Mi caso no fue la
excepción: apenas me
conoció, Yoyi me
abrió las puertas
de su hogar,
al que llegué
por primera vez
una tarde, a
tomar el té.
Un té japonés;
verde y sin
azúcar.
Un curioso
detalle llamó mi
atención en mi
primera visita a
la casa de
Yoyi. En la
sala de estar,
sobre el televisor,
había un portarretratos en
el que yo,
por supuesto, esperaba
ver la foto
de su esposa
Setsuko, o de
sus hijas, Misato
y Kaore. Sin
embargo, menuda sorpresa
me llevé cuando,
al acercarme, me
encontré con un
Carlos Gardel más
sonriente que nunca…
Luego me enteré
de que Yoyi
había viajado en
dos oportunidades a
la Argentina para
visitar la tumba
de Gardel y
rendirle homenaje a
nuestro cantor. La
primera fue en
1963. La segunda,
en 1975, cuando
se cumplieron cuarenta
años de la
muerte del Zorzal;
en esa ocasión,
Yoyi colocó una
placa recordatoria en el lugar
donde se guardan
sus restos.
Entre las
múltiples iniciativas de mi amigo
en favor de
la difusión del
tango en su
país, una de
las más importantes
fue la creación
de la revista
mensual La música iberoamericana, en la
que nuestra música
ciudadana tiene un
lugar preferencial. Ya en el
primer número, aparecido
el 5 de
mayo de 1952 y del
que se imprimieron
mil ejemplares, la
temática del tango
ocupaba cuarenta y
siete páginas sobre un total
de cincuenta y dos, y
hoy, con el
nombre de Latina, cuando
cada ejemplar consta
de ciento setenta
y cuatro páginas
y se editan
once mil ejemplares,
la proporción sigue
siendo bastante similar.
Yoyi Kanematz es, además, el
actual presidente de
la Sociedad del
Estudio de la
Música Iberoamericana (SEMI)
(Chunambei Ongaku Kenkyukai),
una de las
primeras peñas tangueras
del Japón, fundada el
1ª de octubre
de 1940 y
cuyo presidente honorario
fue, hasta su
muerte, el señor
Tadeo Takahashi.
La pasión
de Yoyi por
el tango lo
ha llevado a
reunir, con el
paso de los años, una
discoteca de incalculable
valor y a
almacenar en su
memoria infinidad de letras, que
suelen acudir espontáneamente a
sus labios en
las ocasiones más diversas.
Siempre recuerdo aquella
noche de 1980,
en su lujoso
escritorio de la
calle 7-7 Ginza 1-Chome, en
la que pasamos
varias horas fotocopiando
programas de las
actuaciones en Japón
de distintas orquestas
tangueras y tomando
algunas de las
fotos que incluyo
en este libro.
En un momento
necesitamos un trípode
para hacer ciertas
tomas. Yoyi, sin
inmutarse, abrió entonces
el armario donde
guardaba su nutrido
equipo fotográfico y sacó el
instrumento requerido, mientras
canturreaba,
inconscientemente, aquello de
“… hay de
todo en la
casita… “
Y cómo
no mencionar que
Yoyi llegó a oficiar de
secretario de Jorge
Luis Borges cuando
éste visitó el
Japón en 1980.
Cuenta mi amigo
que el escritor
le pidió que
lo llamara Luis
en vez de
Jorge, porque “el
nombre Luis es más
fácil de
pronunciar en japonés
que el de
Jorge”. Muy risueñamente
rememora también Yoyi
las repetidas veces
que el autor
de Ficciones le solicitó
que lo llevara
al zoológico de
Tokio, pedido al
que él, por
compromisos previos, nunca
podía acceder. Fue
así como un
día, al pasar
a buscar a
Borges por su
hotel, el conserje
le comunicó que
“se había ido
solo a visitar
el jardín zoológico”.
Una noche,
mientras comíamos tempura -langostinos, hongos
fritos, arroz y
caldo, acompañados con
té japonés- le
pregunté a Yoyi
por qué el
tango gustaba tanto
en su país.
La respuesta no
se hizo esperar.
Deteniendo a medio
camino los palillos
-que gracias a
él también yo
había aprendido a
manejar- me dijo:
-Porque su
música nos llega
fácilmente al corazón.
Yoyi Kanematz falleció en Buenos Aires el 31 de marzo del 2001.
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Yoyi Kanematz en 1970, al enterarse de la próxima visita de Rosita Quiroga a su país, y sin conocerla personalmente, le escribió esta carta:
Muy
estimada amiga:
Me tomo
la libertad de aprovechar la presente para comunicarle que me siento más feliz
que nunca al enterarme por intermedio de Oiwa de que usted está gozando de
buena salud, y de que piensa realizar una visita mi patria en 1971.
Como gran
admirador suyo desde hace treinta años, esta noticia me causó gran alegría.
Me
acuerdo de que en los últimos días de la guerra pasada, bajo los bombardeos
aéreos americanos, me refugiaba todos los días en el foso antiaéreo con mis
discos bajo el brazo, los discos que usted grababa para el sello Victor:
"Vieja guitarra", "Sentimiento malevo", "Viejo
coche", "Negro", me acompañaban siempre.
De noche,
ante los reproches de la gente ignorante del pueblo que temía que el avión
enemigo recogiera el sonido de la música, yo solía escuchar tangos con el
fonógrafo cubierto con una manta.
Pero,
lamentablemente, el 29 de mayo de 1945, cuando sólo se encontraba allí mi madre
enferma, cayó en mi casa una bomba incendiaria que redujo todo a cenizas,
incluyendo los discos que yo tanto quería.
Después
de la guerra, buscando por todos lados con mucha dificultad, conseguí, de
segunda mano, algunos discos suyos para reponer mi colección perdida.
Usted ya
sabe, por intermedio de Oiwa, cómo la admiraban los hinchas japoneses del tango
antes de la última guerra. Hoy, los que han sobrevivido a ella siempre llevan
en el recuerdo la voz y la imagen de la gran intérprete del tango que es usted.
Hoy, la nueva generación, gracias a algunos tangos regrabados en LP, puede
compartir la alegría de conocer el alma del tango por usted interpretado.
Sabrá
usted disculpar mi atrevimiento de escribirle, pero mi emoción no sabe de
fronteras ni de etiqueta. Nuestro país se encuentra muy lejano al suyo en la
distancia, pero muy cercano en el sentimiento.
Le envío
esta carta por intermedio del señor Armando Husso, violinista de la orquesta de
José Basso.
El señor
Husso, al escuchar el tango "Vieja guitarra" interpretado por usted,
se emocionó tanto que lo grabó en cinta y se lo llevó a Buenos Aires.
El amigo Oiwa
me enseñó unas fotografías suyas con la señora Mercedes Simone, a quien
igualmente admiro mucho, y me contó de los momentos que él pasó con usted.
La
felicito de todo corazón y ruego a Dios que la dicha sea su compañera
inseparable en muchos años por venir.
La saluda
muy respetuosamente su amigo y admirador en el lejano Japón.
Yoyi
Kanematz