Así como los bisontes de Altamira nos reflejan el mundo paleolítico,
y los afiches de Toulouse-Lautrec nos llevan al París del Can Can, el arte de nuestros
fileteros nos devuelve en sus tablillas, un Buenos Aires que se nos piantó hace
tiempo con el último carro.
Carlos Carboni - Arriba: su Virgen de Luján y su Gardel |
Recordemos de
paso, que filete viene de filet, palabra
ésta de origen francés que, más que el de los esmaltes y pinceles, nos trae el recuerdo de una pálida merluza.
Pero, tanto
franceses como catalanes, la tomaron a su vez del fileto latino, cuyo significado es hilo.
Alguien dijo
del filete que al tener que recurrir a modelos preelaborados carece del contenido
esencial de todo arte, o sea, el de la creación formal, no pudiendo, por ello, superar
su condición de artesanía.
Hablemos entonces
del arte de esta artesanía que tiene, como
los perfumes, el poder de la evocación. La evocación de un tiempo de "costados sentenciosos", en el que no había carro ni camión que no luciese el suyo, ¡y fileteado!, como los colectivos.
El arte de una
pintura del equilibrio y del buen pulso que, entre florcitas y dragones, entre espirales
con brotes y caballos alados, entre gardeles y guirnaldas, le ha sabido robar al
olvido colores de una nostalgia que nos pertenece.
Luis Zorz |
Jorge Muscia |