jueves, 26 de abril de 2012

ACERCA DE LA FRUSTRACIÓN AMOROSA


En la cultura occidental una de las fuentes más copiosas de la inspiración lírica ha sido siempre el tema del amor frustrado. Los trovadores medievales entonaban coplas, alboradas y serenatas en las que desgranaban las penas que sentía un caballero por causa de una noble dama, hermosa e impoluta, que, por lo general, no le llevaba el apunte. Muchos de los sonetti, canzoni y rime que compuso Dante se inspiraron en su amor no correspondido por Beatriz de Portinari, y el frustrado amor de Petrarca por Laura de Sade dio como fruto algunas de las mejores composiciones líricas del Renacimiento Italiano. Cuando Werther, el desventurado y pálido protagonista de la célebre novela epistolar de Goethe, se quitó la vida porque amaba a una mujer casada, desencadenó el movimiento romántico en el que más de uno, por penas de amor, buscó que “el tiro del final” le saliese.

Alguien dijo, y con razón, “boca que besa no canta”. Tal vez por eso fue que, por primera vez, un tango nos contó la historia de un amor -con principio, nudo y desenlace- pero sin besos, porque ya estaban ínsitos en él el dolor y el abandono.

Y ese tango fue “Mi noche triste”, con música de Samuel Castriota y letra de Pascual Contursi, quien no necesitó más que dos versos de ocho sílabas para hablarnos poéticamente de un amor no correspondido, de una frustración amorosa. Y eso fue, cuando cachó un lápiz y escribió:

                    Percanta que me amuraste / en lo mejor de mi vida...


"Mi noche triste" - tango de Pascual Contursi y Samuel Castriota
Canta Carlos Gardel