jueves, 14 de noviembre de 2013

ACERCA DE JOAQUÍN GÓMEZ BAS

            Alguna vez le oí decir a Joaquín Gómez Bas (Cangas de Onís, Asturias, España, 26 de mayo de 1907 - Buenos Aires, Argentina, 4 de noviembre de 1984) que nadie pasa en balde por la vida. Que no hay finado absoluto. Que todo ñorse deja lo suyo.
          Y Joaquín dejó lo suyo y mucho más.
            Ejerció el periodismo, pintó, escribió crónicas, guiones cinematográficos, cuentos, novelas (“Barrio gris”; “La comparsa”; “Oro bajo”; “La gotera”)… pero por sobre todas las cosas, y en cada una de estas disciplinas, fue un poeta. 
            Profundo conocedor del idioma, su arte le permitió manejar todos los matices de nuestro lenguaje, y muy especialmente los de raigambre porteña relacionados con la ciudad, el suburbio y su fauna orillera: la calle, el barrio, el conventillo, el cafetín, los compadritos, los turros y la vitrolera.
            Si en los últimos poemas -me dijo- recurría al lunfardo, lo hacía más por una necesidad espiritual que por pasatiempo.  
            Lo estoy viendo llegar a las reuniones de la Academia Porteña del Lunfardo, con su invariable media hora de retraso y el infaltable ¡Isa! de su peculiar saludo. 

En el restaurant MOPIN

            Y cómo no recordar al poeta repentista. Al que después de compartir con sus amigos los tallarines de rigor, solía dejarles el recuerdo de un soneto, un ovillejo o una cuarteta -hechos siempre a la medida del destinatario- en una servilleta de sobremesa o en el papel-mantel del viejo Filicudi de Suárez e Irala. 

                                                "Una existencia sencilla
                                                y no afligirse por nada.
                                                La vida es una canilla
                                                que pierde aunque esté cerrada."

            De buscarle una constante, digamos que en todo lo que Joaquín hacía estaba presente la creatividad y la calidez de su estilo.
           
Una tarde de 1982 me honró dedicándome un ovillejo. Y yo le respondí con éste:
     
        Ovillejo

Faroles, niebla, fondín.
-Ese es Joaquín-
Que del diamante a la pómez,
-Gómez-
la talla como el que más.
-Bas-

Lápiz, óleos, aguarrás,
versos, novelas, pinturas.
¿Capturas o no capturas? 
-Ese es Joaquín Gómez Bas-


                        "La cardíaca" - poema - de y por Joaquín Gómez Bas

             UNA ANÉCDOTA:

Hola, Luis: 
(...)
A propósito te cuento una anécdota buenísima que quizás no conocés.

En los anos 70 lo acompañé a recibir un premio como escritor ( …), donde también
se homenajeaba a otras dos personalidades de la cultura.
Luego de los discursos de rigor, le entregaron con gran ceremonia una panoplia, una madera muy linda
en forma de escudo con una placa en bronce con su nombre y los respectivos elogios.

Cuando llegamos a casa lo primero que hizo fue buscar un destornillador y empezó a desatornillar la placa

Yo lo vi  y le pregunté sorprendido:
-Papá… qué estás haciendo?

Y sin dejar la tarea me respondió entusiasmado:
-Es que esta es una tabla buenísima para picar  los salamines!!

Y así fue. La tabla estuvo por años en nuestra cocina y de la placa de bronce nunca más se supo!

Bueno, Luis, te dejo…
(...)
Un gran abrazo!

Edgardo Gómez Bas
Caracas

“Barrio gris” – (1954), película dirigida por Mario Soffici, protagonizada por Carlos Rivas y Alberto de Mendoza. Ganadora del Cóndor de Plata como mejor película de 1955. Joaquín Gómez Bas recibió la Medalla de Oro otorgada de la Comisión Nacional de Cultura por la novela "Barrio gris", escrita en 1952, sobre la que se realizó el guión.
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